Miguel A. Ortega Lucas 24/01/2013 - 19:40h
"Lo que es un milagro es que la calle no haya estallado todavía. Y es que hemos descubierto que somos muy dóciles. Está costando mucho derrumbar tanta sumisión".
Quien así habla, meditando en su taza de café, sentado al atardecer en un bar de la localidad murciana de Cieza, no es, en estricto sentido, un revolucionario. Tampoco un sociólogo, o un analista; siempre ha preferido este hombre los rostros a los números. Su aspecto no se distinguiría del de cualquier trabajador de cualquier barrio de España, pero lo cierto es que Joaquín Sánchez Sánchez, nacido en Bullas hace 51 años, diplomado en Educación Social y amante del cine y la lectura, es sacerdote. Aunque gaste bufanda en vez de alzacuellos.
Ordenado en 1987, Joaquín es
capellán en la prisión provincial de Sangonera; también en tres centros psiquiátricos,
dos residencias de ancianos y un centro ocupacional tras cesar en su última
parroquia, en 2007. Miembro de la Hermandad Obrera de Acción Católica de la
Diócesis de Cartagena, es uno de los principales responsables de que la
Plataforma de Afectados por la Hipoteca de la Región de Murcia haya conseguido
parar allí hasta 202 órdenes de desahucio a día de hoy, desde mayo de 2012.
Desde entonces, tanto el cura
Joaquín como el resto de activistas de la Plataforma (alrededor de medio
centenar) ha ejercido, literalmente, de muro de contención entre las familias
al borde de perder su casa y el sistema bancario, amparado por la ley vigente;
entre las puertas de los hogares y los agentes judiciales: "Nos sentamos
en el suelo", explica, en el mismo pasillo del inmueble: hasta que
desistan. Hasta que el banco acceda a negociar con la familia cualquiera de las
soluciones posibles, menos echarla a la calle. Volviendo las veces que haga
falta.
"Lo primero que buscamos es que
recuperen su autoestima, porque se sienten avergonzados, fracasados".
También, y sobre todo, "indefensos" ante una nebulosa burocrática
plagada de recovecos legales que apenas pueden entender en un principio.
"Imagínate –reflexiona Joaquín– lo que supone para gente que no está
acostumbrada a eso ni por asomo; gente que a lo mejor no ha visto una multa en
su vida. Se descomponen, se bloquean, están muy perdidos. Se desesperan al
hablar con el banco".
"Hay gente que no aguanta la
tensión –continúa–: tienen miedo a lo que se pueden encontrar a la vuelta, si
salen a la calle; a no poder volver a entrar en su casa, porque se modificó la
ley para no poner una fecha concreta a los lanzamientos. Muchos se vienen
abajo: reciben el buro-fax, les llaman veinte mil veces al móvil, les rompen
los nervios... Y se acaban rindiendo".
Pero, ¿qué se le dice a alguien en
esas circunstancias? "Pues que vamos a luchar, juntos. Contra el banco si
hace falta. Y cuando quedas con ellos, y te ven aparecer por la puerta de su
casa, se sienten aliviados, respaldados, en compañía".
El lo ha hecho personalmente en
muchas ocasiones: "Vamos con ellos a hablar con el director de la
sucursal". Les asesoran para que firmen (o mejor dicho: no firmen) ciertos
documentos. Les aconsejan. "Pero su técnica –cuenta Joaquín, con amarga
ironía– es hablarte siempre de los de arriba: 'Yo es que no puedo hacer nada',
te dicen; 'es que el ordenador...'. Esto del ordenador es un fenómeno, como si
fuera un dios con voluntad propia que ha decidido tu destino... O te remiten a
las asesorías jurídicas, cosa que también han hecho muy bien: porque una
entidad de Murcia puede tener su asesoría en Valencia, y viceversa, y son como
fantasmas que te mandan un fax, o un correo; que no te dicen dónde están, con
quién tienes que hablar...". En una palabra: "Frustración; lo que
buscan es frustrarte", asegura.
Sin embargo, la Plataforma ha
logrado ya frenar en más de 200 ocasiones las órdenes de desahucio de la
comisión judicial: después de eso, los bancos negocian o no, pero el porcentaje
de éxitos hasta ahora supera con creces al de fracasos: "La batalla moral
ya la han perdido", asegura Joaquín. "Ya no es como antes, que ni
siquiera te escuchaban; ahora se lo piensan muchas veces antes de decirte que
no".
"Cómplices de los
banqueros".
Autor de varios libros y asiduo
colaborador en la prensa murciana con artículos de gran contenido social,
deudores de su cristianismo de base, de la Teología de la Liberación, Joaquín
considera un desahucio (cuestiones éticas aparte) la "muerte civil"
de la familia. O al menos del titular del contrato: "Que al menos –razona–
les dejen rehacer su vida, porque con una púa de 90.000 euros, entre deuda,
intereses de demora, comisiones..., cuéntame. Pero es que además ese nombre ya
no puede aparecer siquiera en el contrato de un móvil".
Así, el objetivo al que la
Plataforma apunta en última instancia es la propia ley: por ejemplo, "que
la gente se pueda quedar en su vivienda", explica, "con un alquiler
social que suponga como máximo el 30% de los ingresos de la familia". O la
dación en pago, pues "el problema es que la ley no deja margen a los
jueces" para evitar que el banco reclame la suma total de la deuda.
El sacerdote cree que ni Gobierno ni
oposición quieren hacerlo por ser "cómplices de los banqueros".
"Teníamos esperanza en el decreto aprobado recientemente, pero es de
chiste, no sirve. Va a afectar como mucho a un 5% de las familias en este
proceso. Por ejemplo, si tienes dos críos de cuatro años ya no entras, porque
tienen que tener como mucho tres. Y en la moratoria establecida hasta 2014 se
siguen acumulando los intereses, de modo que pasado ese tiempo se verán en las
mismas".
"La dictadura de los
mercaderes".Por su incansable compromiso para con su entorno, por su cercanía, por la confianza que despierta, Joaquín consigue franquear esa barrera de vergüenza que tantas veces se autoimpone la gente en dificultades: "Hay padres echándole agua a la leche, para que el hijo crea que se toma un vaso de leche entero. Hay gente recogiendo los bocadillos de los patios de los colegios. Una mujer me contaba hace poco, que no tenía ya nada,ni siquiera dinero para las compresas de sus hijas". Según datos de Cáritas, la Región de Murcia cuenta ya con un 36% de la población en el umbral de la pobreza: gente que quizás no parezca exactamente pobre a primera vista, ni a segunda, pero que empieza a carecer de lo más básico. Un porcentaje a todas luces "escandaloso" para Joaquín.
El término indignación se queda corto para este cura atípico, sin complejo alguno para definir esta oleada de empobrecimiento como "eutanasia social": "Es triste decirlo, pero es que para ellos sobra gente, sobramos. Han abandonado la dependencia, la tele-asistencia; implantan el copago médico; suben el IVA de los pañales ¡un 21% también!, porque debe de ser un lujo para los bebés, los ancianos, los discapacitados"... Y es que siempre llega Joaquín "a la misma conclusión: todo es la consecuencia de que el egoísmo, la codicia y la ambición de poder se hayan institucionalizado, a través de leyes y decisiones políticas". Una "dictadura de los mercaderes" y un "pensamiento único" que a su juicio terminó calando para convencernos de la muerte de las alternativas ideológicas: "Pero no", afirma, "por supuesto que hay políticas de derecha y de izquierda. Como hay posturas que defienden la competitividad y otras que defienden la fraternidad".
En su opinión, una de las soluciones
pasa por acabar con la lucha social "fragmentaria" ("los médicos
por su lado, los maestros por el suyo", etc.): que "toda esa marea
converja en un frente común, porque a todos nos debe importar lo de
todos". "Oí al rey pedir solidaridad, comprensión... Se podía aplicar
el cuento. Y tener cojones a salir ahí y decir: Señores banqueros, señores
políticos, ya está bien de maltratar a la gente".
"No", asegura Joaquín, observando su taza
vacía: "La verdad es que no tengo ninguna fe en la gente que manda".
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