ENTREVISTA A JOSE MARÍA
GARCÍA-MAURIÑO, COFUNDADOR DE CRISTIANOS POR EL SOCIALISMO.
«Me considero un creyente crítico, y
se puede decir que soy un heterodoxo, que vivo de mi pensión y no tengo ninguna
propiedad. Hice una opción por los pobres y la llevo a cabo, como puedo.»
En un libro clave para entender el
papel de muchos militantes cristianos en la lucha contra la dictadura
franquista y la renovación de la Iglesia católica, aparece una mención a
nuestro entrevistado.1 Dice así: «es destacable la actuación
de José M. García-Mauriño. Formado en Andalucía, es destinado a las distintas
Escuelas Profesionales de la SAFA llegando finalmente a Huelva en el año 1965.
Desde entonces y hasta 1971 impulsará como consiliario de la Vanguardia Obrera su compromiso sindical y político. Como consecuencia de sus actividades en la Vanguardia y como cura obrero (será peón de una fábrica de Abengoa tres años) tendrá roces con las autoridades eclesiásticas y será también perseguido por la policía. En 1971 abandona Huelva y la Vanguardia. En 1973 contribuirá a la fundación de Cristianos por el Socialismo, movimiento del que sigue siendo secretario general, aunque abandona la Compañía en 1980». Su salida de los Jesuitas le supuso también padecer la lacra del desempleo de aquellos años. Ello le obliga a trasladarse a Madrid, donde encuentra un puesto de trabajo como profesor de filosofía y ética. Durante ese tiempo escribió innumerables fascículos de Historia de la Filosofía y comentarios de textos para sus alumnos de COU y otros de Ética para los alumnos de la Facultad de Derecho, Económicas y Empresariales de la Universidad de San Pablo CEU. La opción por los pobres ha sido el eje de su vida.
Desde entonces y hasta 1971 impulsará como consiliario de la Vanguardia Obrera su compromiso sindical y político. Como consecuencia de sus actividades en la Vanguardia y como cura obrero (será peón de una fábrica de Abengoa tres años) tendrá roces con las autoridades eclesiásticas y será también perseguido por la policía. En 1971 abandona Huelva y la Vanguardia. En 1973 contribuirá a la fundación de Cristianos por el Socialismo, movimiento del que sigue siendo secretario general, aunque abandona la Compañía en 1980». Su salida de los Jesuitas le supuso también padecer la lacra del desempleo de aquellos años. Ello le obliga a trasladarse a Madrid, donde encuentra un puesto de trabajo como profesor de filosofía y ética. Durante ese tiempo escribió innumerables fascículos de Historia de la Filosofía y comentarios de textos para sus alumnos de COU y otros de Ética para los alumnos de la Facultad de Derecho, Económicas y Empresariales de la Universidad de San Pablo CEU. La opción por los pobres ha sido el eje de su vida.
Santiago Álvarez Cantalapiedra (SAC):
Dices en una breve biografía que te pidieron sobre tu vida en los años
cincuenta: «En los años 53-54, en plena formación jesuítica, me planteé qué es
lo que quería hacer con mi vida. Y poco a poco fui perfilando lo que yo llamo
mi “proyecto de vida”. Y lo empecé a diseñar a partir de lo que yo entiendo qué
es la opción por los pobres». ¿Podrías explicar en qué consiste?
José María García-Mauriño (JMGM): Lo que quiero expresar con «mi
proyecto de vida» es el porqué de mis compromisos sociales, políticos y
cristianos. Lo que me ha llevado hace ya muchos años a una serie de actividades
comprometidas con la realidad es mi opción por los pobres. Y lo quiero explicar
así:
1º) La Opción por los pobres (OP) es
una opción ética, que busca ante todo la justicia. El mundo actual es un mundo
injusto. Es una opción basada en el amor a los oprimidos que están injustamente
oprimidos. Es una opción de clase. No se trata de un amor asistencial,
proteccionista y paternalista, sino de un amor liberador, que es al mismo tiempo
participativo, es decir, que reconoce a los pobres como sujetos capaces de
decidir por sí mismos su propio destino. Participan en la vida como sujetos
libres, no como dependientes. Se trata de la promoción de las personas y
pueblos oprimidos como sujetos, no como objetos de compasión y de asistencia
por parte de los poderosos.
2º) La OP es una opción crítica, no
acepta este sistema capitalista que produce pobres y pobreza y miseria en la
inmensa mayoría de la humanidad. Un sistema que constantemente genera sumisión,
dependencia y esclavitud, a personas y pueblos enteros. Es, por tanto, una
opción política anticapitalista y antiimperialista que se compromete a su
liberación en el contexto histórico concreto del mundo y de España, en este
siglo XXI.
3º) La OP hace una interpretación de
la historia, de la realidad. Una interpretación que es subversiva. Es decir,
hace una lectura de la historia, no a partir de la escala de valores
tradicionales y vigente en la sociedad, como son los valores del dinero, del poder
o del prestigio, sino desde abajo, desde los pobres y oprimidos, desde los
valores de la libertad, la vida, la dignidad de todos los seres humanos.
Significa un proceso de maduración personal y rebeldía contra la cultura
dominante del sometimiento.
4º) Es una opción cristiana. ¿Qué
añade lo cristiano a esta OP de tipo ético? Pues sencillamente que el
fundamento de esta opción, además de la justicia, es la fe, es decir, la
adhesión libre a la persona y al mensaje de Jesús de Nazaret. Y el mensaje de
Jesús es subversivo, «Amaos… como yo os he amado». La nueva cultura no tiene
como quicio sólo un mandamiento, una invitación, sino una persona. La opción
definitiva de Jesús por los marginados y su compromiso por ellos como sujetos,
supone un amor universal, y para ser verdaderamente universal no puede ser
neutral. O es preferencial y discriminatorio o es ilusorio. Son los
económicamente pobres, los samaritanos, leprosos, ciegos, los paralíticos,
adúlteras, prostitutas, niños y niñas, etc. Son la mayoría de la humanidad.
Jesús invierte la escala de valores. Su preferencia son los perdidos, los
últimos, los que nadie quiere, los «don nadie». Se sitúa en una interpretación
de la historia subversiva, no integradora en el sistema. Se puede decir que es
un rebelde, un disidente. Es rebelarse contra una sumisión impuesta por el
sistema político y religioso. Jesús es un educador popular, empeñado en
concienciar a su pueblo y liberarlo de la servidumbre impuesta por la religión
de los poderosos. Subvierte al pueblo, enseñando desde Galilea. Jesús es un
inconformista y critica las culturas fundadas en el dominio del hombre por el
hombre, no podía ser fiel al amor sin cuestionar la ideología y el sistema
socio-religioso que justificaban la segregación. Conclusión: la OP cristiana es
la opción por la inmensa mayoría de la humanidad sufriente. Es fundamentalmente
una opción profana, laica, no religiosa. Siguiendo a Jesús tengo la convicción
de que vale la pena jugarse la vida por esta causa. Hago mía esta sentencia de
Jon Sobrino: «No hay opción por los pobres sin decisión a defenderlos. Y por lo
tanto, sin una decisión a introducirse en el conflicto histórico. Esto no suele
ser muy tenido en cuenta. Ni siquiera teóricamente. Pero, digámoslo una vez
más: no hay opción por los pobres sin arriesgar».
SAC: Cristianos por el socialismo
(CPS) surge en los años setenta en el Chile de Allende. Es el momento de mayor
crudeza de la llamada «Guerra Fría», interpretada en términos ideológicos como
el antagonismo entre el «comunismo ateo» y la «civilización occidental
cristiana». El 4 de septiembre de 1970, Salvador Allende logra una mayoría
relativa, superando a Alessandri (candidato conservador, feroz anticomunista
apoyado por la jerarquía de la iglesia católica y por ciertos sectores del Opus
Dei), y se inicia así la construcción del socialismo por la vía democrática. En
abril de 1971, un grupo de sacerdotes y cristianos que trabajaban en los
sectores populares convocan las «Jornadas sobre la participación de los
cristianos en la construcción del socialismo en Chile». En septiembre de ese
mismo año nace el «secretariado sacerdotal Cristianos por el Socialismo» y en
octubre el «secretariado educacional Cristianos por el Socialismo», abogando
por la educación liberadora y la democratización de la escuela católica. La
presentación internacional se realiza en el «Iº Encuentro Continental de
Cristianos por el Socialismo», celebrado en Santiago de Chile en abril de 1972.
De ahí se difunde por América Latina y Europa. En marzo de 1973, con el dictador
Franco aún dando sus últimos zarpazos, se funda en España. Apenas seis meses
después, el 11 de septiembre de 1973, el general Pinochet da un golpe de Estado
alegando la defensa de la «civilización occidental cristina», ahogando en
sangre el intento de socialismo y el movimiento cristiano que pretendía
apoyarlo. ¿Nos puedes hablar de tu papel en la aparición de CPS en España y lo
que os animaba en esos primeros años?
JMGM: Fuí uno de los fundadores de CPS en
España, junto con Josep Seguí, Salvador Pérez Chuecos, José María González
Ruiz, Alfonso Carlos Comín, Juan García-Nieto y otros muchos. Gracias a la
laboriosa convocatoria de Comín y García-Nieto, nos reunimos más de doscientas
personas en el albergue juvenil de Calafell, cerca de Barcelona. Fueron unas
circunstancias históricas -después del Concilio Vaticano II (1962-65) y la
Conferencia Episcopal Latinoamericana en Medellín (1968) o los movimientos
estudiantiles del 68- llenas de ilusión, renovadoras, con los ejemplos de
América Latina, la revolución sandinista con los hermanos Cardenal, en el
Salvador con Ellacuría y el obispo Oscar Romero. Y la imperturbable revolución
cubana con Fidel Castro que visitó en 1971 a los de CPS chilenos.
SAC: ¿Qué buscabais lanzando CPS?
JMGM: Buscábamos el sentido profundo de la
fe cristiana. Saber unir fe y compromiso político. Un compromiso con los de
abajo, con las clases populares. Una práctica política y de fe que fuera
transformadora de la realidad. Se trataba de un movimiento no de un nuevo
partido. Tampoco pretendíamos crear una Iglesia paralela, popular. Nos sumamos,
como un colectivo más, a las nacientes comunidades cristianas de base. Fuimos
demonizados por la jerarquía de la iglesia católica que siempre nos acusaba de
ser marxistas, ateos, revolucionarios. Y estuvimos en la clandestinidad durante
el tiempo que duró la dictadura. Con la democracia muchos se alistaron en
partidos políticos y dejaron CPS, otros siguieron firmes en sus compromisos
pero el número decreció sensiblemente.
SAC: Hablas de unir fe y compromiso
político. Según la teología política de Johann B. Metz «la fe de los cristianos
es una praxis de la historia dentro de la sociedad». Por otro lado, el
cristianismo está dentro de las consideradas religiones proféticas, por lo que
se la puede entender -según la concepción de Max Weber- como una religión
intramundana que contiene un mensaje profético de transformación social. ¿Debe
ser relegada la experiencia creyente al ámbito privado? Según las teologías
cristianas progresistas, la separación del espacio público y privado ha
funcionado siempre como forma de domesticar o neutralizar el potencial
emancipador de la religión, proceso que ha contado con la complicidad, e
incluso la participación activa de las teologías conservadoras ¿cómo ves esta
cuestión?
JMGM: Creo que hay que hacer frente al
dualismo fe-política, que es un dualismo engañoso, propio de la mentalidad
burguesa cristiana. Según dicen ellos, una cosa es la fe y otra cosa es la
política. Estimo que no es un problema que hay que analizar por separado. La fe
no puede ir separada del compromiso político. «Creer es comprometerse». Creer
es algo más que ir a misa los domingos y participar en las liturgias
tradicionales de bautizos, bodas, comuniones, y funerales. El compromiso
político tiene también una dimensión teologal. Con este dualismo teológico, la
jerarquía y los cristianos conservadores, quieren salvar a toda costa por un
lado, la «trascendencia de la fe», que no sabemos muy bien cuál es su
significado, y por otro, la libertad política de los cristianos y cristianas.
Según la jerarquía hay que tener en cuenta tres cosas: la misión espiritual y
no política de la iglesia, la libertad de los creyentes y la unidad de la
iglesia. Es decir, se reduce la fe a un campo neutro, apolítico y abstracto; y
además, se reduce el compromiso de los creyentes a un problema de libertad
individual y responsabilidad personal. Y se intenta una unidad imposible al
admitir el pluralismo en el mismo seno de la iglesia.
El resultado de este dualismo es un
cristianismo desencarnado y vacío, castrado en su dimensión profética al
situarse fuera de la realidad, fuera de la historia. Y por si fuera poco, se
reconoce igual carta de ciudadanía en el interior de la Iglesia a todas las
opciones políticas, sean de derechas o de extrema derecha o de izquierdas,
estén con el pueblo o se sitúan al margen de él. Entonces, para salvar la
«trascendencia» de la fe y la misma «libertad» de los creyentes, el dualismo
crea un cristianismo «platónico» y una moral social liberal. Desde luego, no
hay que identificar la fe con el compromiso político, ni tampoco se puede
deducir de los textos del Evangelio un programa de acción social concreta.
Pero, la opción de lucha por las clases populares y la clase trabajadora no es
ajena al planteamiento evangélico, tiene una clara dimensión teologal: la
opción de clase se traduce desde la fe como un compromiso con el «Reino de
Dios». No hay una historia profana y otra historia sagrada, sino una única
historia, la historia de la salvación. Y en esa historia los hechos políticos
liberadores pueden ser interpretados a la luz de la fe, como palabra de Dios.
Dios quiere la liberación de todos los pueblos de toda opresión, quiere la vida
y la dignidad para toda clase de personas y pueblos, para toda la humanidad.
Los creyentes que admiten el Evangelio
como proyecto de vida, no solamente no son apolíticos, sino que han hecho una
opción de clase. La opción por las clases populares, los empobrecidos, los
menos favorecidos, es una opción descaradamente evangélica. Jesús dijo
claramente, «dichosos los empobrecidos», también «ay de vosotros los ricos» y
además «los últimos serán los primeros». Jesús nos invitó a luchar por los
«últimos» de la sociedad. Se trata de una opción de clase, no de partidos
políticos de izquierdas. En este análisis del dualismo, no se parte de
consideraciones teológicas de textos básicos, para aterrizar después en los
problemas concretos. Tomamos tierra en la realidad histórica. Partimos siempre
de la realidad, de la constatación del hecho de la lucha de clases. Hay
personas y pueblos empobrecidos, porque hay ricos, que tienen muchas riquezas y
mucho poder. Hay que descubrirlo, porque no está claro para la mayoría, que a
veces lo niega y con frecuencia intenta dulcificarlo, que la lucha de clases se
configura como eje fundamental de la realidad y de la historia. Cristianismo y
marxismo no son incompatibles.
El cristianismo sí es incompatible con el
capitalismo. Cristianos y marxistas luchan en un frente común, la lucha por la
liberación de todos los oprimidos. Buscamos el sentido profundo de la fe
cristiana. El planteamiento cristiano y teológico no se hace a partir de
principios abstractos o textos magisteriales, sino que se parte de lo político,
de la situación real de la clase obrera y popular, del mundo de los
empobrecidos, de las enormes desigualdades sociales, para llegar inductivamente
al problema teológico. El mundo de los empobrecidos, no es mundo amorfo y sin
rostro, el empobrecido no es solo el que sufre, al que se le niegan los bienes
básicos para vivir, sino que es un explotado, que pertenece a la clase de los
explotados. Habría que pasar de la actitud de acercarse y compartir en lo
posible la vida y el trabajo de los empobrecidos, a la actitud de compartir la
lucha de los empobrecidos y con los empobrecidos. La lucha de los empobrecidos
adquiere el rostro más definido de lucha política de la clase trabajadora
contra el sistema capitalista y por la construcción del socialismo. Los
cristianos deberíamos estar comprometidos en la construcción de un socialismo,
como alternativa al capitalismo. Negar este hecho de la lucha de clases, es
propio de la derecha. Claro que hay que amar a todos, a los explotados y a los
explotadores. Amar a los explotados significa participar en la lucha política
por su liberación; amar a los explotadores significa despojarlos de sus
instrumentos de explotación, exigir que los ricos dejen de ser “buenos” ricos,
es decir, que dejen de dar esas limosnas que les sirven de tranquilizantes de
conciencia, y que compartan más sus riquezas y sus propiedades con el mundo de
los empobrecidos. Los “buenos” ricos siempre tratarán de rebajar las exigencias
éticas o evangélicas para acomodarlas al nivel de su estilo de vida. Así no se
sentirán tan incómodos en el cristianismo. El dualismo admite que dentro del
cristianismo cabe optar por todas las clases sociales, es interclasista.
Rechazamos ese “pluralismo” donde todas las opciones son legítimas dentro de la
Iglesia. Es muy difícil llegar a una síntesis entre los dos polos, porque
siempre habrá tensión entre los que son demasiado “políticos” y poco
cristianos, y los que son muy “cristianos”, pero poco políticos.
SAC: ¿Qué ha supuesto para ti formar
parte de CPS durante estos cuarenta y tres años?
JMGM: Antes de nada, me gustaría reconocer
y agradecer la ejemplaridad personal e ideológica de “guías” como Alfonso C.
Comín y Juan N. García-Nieto ¿Lo que CPS ha supuesto para mí? Una exigencia muy
fuerte en lo cristiano, lo político y lo social; un compromiso para ir
avanzando en la construcción del socialismo; CPS nos ha exigido un análisis
marxista de la realidad para interpretar las distintas circunstancias
históricas y poder expresa nuestras opiniones a lo largo de todos estos años.
Sigue siendo la amistad inquebrantable de todos y todas las que formamos CPS,
el gozo de reunirnos -cada mes en Madrid o anualmente en las Jornadas que
alternamos entre Madrid y Barcelona con el resto de compañeras y compañeros de
todo el territorio español- dialogando sobre temas profundos y animándonos
mutuamente a seguir a Jesús y ser fieles al compromiso, el esfuerzo de
profundizar temas actuales y redactar unas modestas cartas de intervención
pública que denominamos CPS Opina que paso a los compañeros y compañeras para
su corrección y difusión final.
SAC: Dices que lo específico de
pertenecer a CPS es leer lo que acontece desde el análisis marxista de la
realidad. ¿Qué supone esa lectura?
JMGM: El análisis de la realidad desde la
lucha de clases contempla esa sangrante injusticia que es la desigualdad
social. Unos pocos ricos y una inmensa mayoría de pobres. Ese 1 % de los que
vive bien o muy bien, frente al 99 % de la humanidad que vive mal o muy mal. El
sufrimiento, la opresión y la violencia que sufren los pobres no son pura
casualidad. A eso le llamamos lucha de clases. Se ha abierto una brecha tan
asombrosa entre ricos y pobres, que ya es (y será) insalvable durante décadas y
quizás siglos. Las muertes de emigrantes en el mar no es producto solo de las
mafias No son errores independientes de la voluntad de algunos explotadores.
Estas realidades responden a un sistema que se ha hecho global y que ya no se
aguanta. Está castigando a la Tierra, a pueblos enteros y a las personas de un
modo casi salvaje. Tienen causas concretas que los empobrecidos, la clase
trabajadora, va conociendo cada día mejor. La causa profunda de esta situación
anida en el sistema capitalista, donde manda el dinero, la codicia y el poder
para reprimir. No se trata de una situación de pobreza, producida por los
mecanismos mercantiles de la economía, sino de una explotación del trabajo de
los pobres, de los campesinos y campesinas, de los hombres del mar, de los
parados, de las personas emigrantes, de la sangrante discriminación de las
mujeres, etc. Hay que leer la realidad de la historia desde esta óptica, desde
la lucha de clases. La historia no es una realidad ante la cual se opta, sino
en la cual toda persona antes que nada vive. La vida en sí misma es ya un
compromiso. El cristiano y la cristiana están en la historia y, por tanto,
participan, en mayor o menor grado, de su ideología de clase, de su análisis
más o menos científico de la realidad, de una cosmovisión del mundo, con una
visión filosófica o utópica determinada de la realidad. Aquí se desconoce el
hecho de que los ricos, los poderosos, son los que hacen pobres a los pobres y
que estos no pueden liberarse sin luchar contra la explotación. No son pobres,
sino que están «empobrecidos», porque están siendo explotados. Es decir, existe
un antagonismo en la sociedad, los pobres forman una clase social que está
oprimida, explotada, y los ricos forman otra clase social que oprime y explota.
SAC: ¿Qué opinión te merece la carta
encíclica Laudato si’ del Papa Francisco? ¿Y el discurso de julio de
2015 en Bolivia?
JMGM: La Laudato si’ se trata de un
duro alegato que señala con severidad la gravedad de los problemas: «La tierra,
nuestra casa, parece convertirse cada vez más en un depósito de basura» (n.21).
«Basta mirar la realidad con sinceridad para ver que hay un gran deterioro de
nuestra casa común» (n.61). En esta parte incorpora los datos más consistentes
referentes al cambio climático (n.20-22), la cuestión del agua (n.27-31), la
erosión de la biodiversidad (n.32-42), el deterioro de la calidad de la vida
humana y la degradación de la vida social (n.43-47), denuncia la alta tasa de
iniquidad planetaria, que afecta a todos los ámbitos de la vida (n.48-52),
siendo los pobres las principales víctimas (n. 48).
En su discurso en Bolivia, Jorge Mario
Bergoglio señala: «Necesitamos un cambio positivo, un cambio que nos haga bien,
un cambio redentor. Necesitamos un cambio real. Este sistema ya no se aguanta.
Y los más humildes, los explotados, pueden hacer mucho. El futuro de la
humanidad está en sus manos». En un pasaje que puso la emoción a flor de piel,
quiso hacer protagonistas de la salvación del mundo a los más humildes: «¿Qué
puedo hacer yo, cartonero, catadora, pepenador, recicladora, frente a tantos
problemas si apenas gano para comer? ¿Qué puedo hacer yo artesano, vendedor ambulante,
transportista, trabajador excluido si ni siquiera tengo derechos laborales?
¿Qué puedo hacer yo, campesina, indígena, pescador que apenas puedo resistir el
avasallamiento de las grandes corporaciones? ¿Qué puedo hacer yo desde mi
villa, mi chabola, mi población, mi rancherío cuando soy diariamente
discriminado y marginado? ¿Qué puede hacer ese estudiante, ese joven, ese
militante, ese misionero que patea las barriadas y los parajes con el corazón
lleno de sueños pero casi sin ninguna solución para mis problemas?». A
continuación, el Papa, entre aplausos, contestó su propia pregunta: «¡Mucho!
Pueden hacer mucho. Ustedes, los más humildes, los explotados, los empobrecidos
y excluidos, pueden y hacen mucho. Me atrevo a decirles que el futuro de la
humanidad está, en gran medida, en sus manos, en su capacidad de organizarse y
promover alternativas creativas, en la búsqueda cotidiana de “las tres T”
(trabajo, techo, tierra). ¡No se achiquen!».
Esta encíclica junto con el discurso
en Bolivia, suponen una denuncia sin precedentes de un Papa contra el
capitalismo. Se alinea con los pobres y les anima a que sean creativos y sigan
luchando, «no se achiquen…». En realidad, el Papa no dice nada nuevo, lo nuevo
es que lo diga el Papa. Creo que es la primera vez que un pontífice condena el
capitalismo claramente.
SAC: ¿Cómo te sientes querido amigo?
JMGM: Me siento muy a gusto conmigo mismo. Me
considero un creyente crítico, y se puede decir que soy un heterodoxo, que vivo
de mi pensión y que no tengo ninguna propiedad. Hice una opción por los pobres
y la llevo a cabo lo mejor que puedo. Estoy divorciado y no me importan las
excomuniones de la iglesia católica. A mis 86 años, en medio de mis carencias
(veo mal, oigo peor) me siento feliz y contento con lo que tengo y con lo que
no tengo. Como decía Unamuno, no quiero morirme, ni «quiero quererlo». Estoy
reconciliado con el término «aceptación». Intento armonizar la «resistencia»
con la «sumisión», como dice en su libro “Resistencia y sumisión”, el teólogo protestante Dietrich
Bonhoeffer. Soy consciente de que en la vida es necesario reconocer ambas
melodías: a las fechas actuales de la «resistencia», marcada por la creatividad
intelectual, el vigor espiritual y la deficiente salud física, suele suceder la
«sumisión», bien conocida y reconocida por el declive de todo lo anterior. Son
días de eclipse, de paulatino deterioro, de pasividad, de lenta e inexorable
llegada del final. Un final, la muerte, que acepto, pero que no deseo que
venga. Me gusta la escueta definición cristiana de la muerte que nos legó Karl
Rahner: «Platz machen», hacer sitio a otros.
J. M. Castells, J. Hurtado y J.M. Margenat
(eds): De la dictadura a la democracia. La acción de los cristianos en España,
Descleé de Brouwer, Bilbao, 2005, p. 345.
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