JOSÉ
ANTONIO PAGOLA, vgentza@euskalnet.net
San Sebastián (GUIPUZCOA). Juan 1,
35-42
ECLESALIA, 11/01/12.- El evangelista Juan narra los
humildes comienzos del pequeño grupo de seguidores de Jesús. Su relato comienza
de manera misteriosa. Se nos dice que Jesús «pasaba». No sabemos de dónde
viene ni adónde se dirige. No se detiene junto al Bautista. Va más lejos que su
mundo religioso del desierto. Por eso, indica a sus discípulos que se fijen en
él: «Éste es el Cordero de Dios».
Jesús viene de Dios, no con poder y
gloria, sino como un cordero indefenso e inerme. Nunca se impondrá por la
fuerza, a nadie forzará a creer en él. Un día será sacrificado en una cruz. Los
que quieran seguirle lo habrán de acoger libremente.
Los dos discípulos que han escuchado
al Bautista comienzan a seguir a Jesús sin decir palabra. Hay algo en él que los
atrae aunque todavía no saben quién es ni hacia dónde los lleva. Sin embargo,
para seguir a Jesús no basta escuchar lo que otros dicen de él. Es necesaria una
experiencia personal.
Por eso, Jesús se vuelve y les hace
una pregunta muy importante: «¿Qué buscáis?». Estas son las primeras
palabras de Jesús a quienes lo siguen. No se puede caminar tras sus pasos de
cualquier manera. ¿Qué esperamos de él?. ¿Por qué le seguimos?. ¿Qué buscamos?.
Aquellos hombres no saben adónde los
puede llevar la aventura de seguir a Jesús, pero intuyen que puede enseñarles
algo que aún no conocen: «Maestro, ¿dónde vives?». No buscan en él grandes
doctrinas. Quieren que les enseñe dónde vive, cómo vive, y para qué. Desean que
les enseñe a vivir. Jesús les dice: «Venid y lo
veréis».
En la Iglesia y fuera de ella, son
bastantes los que viven hoy perdidos en el laberinto de la vida, sin caminos y
sin orientación. Algunos comienzan a sentir con fuerza la necesidad de aprender
a vivir de manera diferente, más humana, más sana y más digna. Encontrarse con
Jesús puede ser para ellos la gran noticia.
Es difícil acercarse a ese Jesús
narrado por los evangelistas sin sentirnos atraídos por su persona. Jesús abre
un horizonte nuevo a nuestra vida. Enseña a vivir desde un Dios que quiere para
nosotros lo mejor. Poco a poco nos va liberando de engaños, miedos y egoísmos
que nos están bloqueando.
Quien se pone en camino tras él
comienza a recuperar la alegría y la sensibilidad hacia los que sufren. Empieza
a vivir con más verdad y generosidad, con más sentido y esperanza. Cuando uno se
encuentra con Jesús tiene la sensación de que empieza por fin a vivir la vida
desde su raíz, pues comienza a vivir desde un Dios Bueno, más humano, más amigo
y salvador que todas nuestras teorías. Todo empieza a ser diferente.
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