JOSÉ
ANTONIO PAGOLA, vgentza@euskalnet.net
San Sebastián (GUIPUZCOA). Marcos 1, 21-28
ECLESALIA, 25/01/12.- Según Marcos, la primera actuación
pública de Jesús fue la curación de un hombre poseído por un espíritu maligno en
la sinagoga de Cafarnaún. Es una escena sobrecogedora, narrada para que, desde
el comienzo, los lectores descubran la fuerza curadora y liberadora de
Jesús.
Es sábado y el pueblo se encuentra
reunido en la sinagoga para escuchar el comentario de la Ley explicado por los
escribas. Por primera vez Jesús va a proclamar la Buena Noticia de Dios
precisamente en el lugar donde se enseña oficialmente al pueblo las tradiciones
religiosas de Israel.
La gente queda sorprendida al
escucharle. Tienen la impresión de que hasta ahora han estado escuchando
noticias viejas, dichas sin autoridad. Jesús es diferente. No repite lo que ha
oído a otros. Habla con autoridad. Anuncia con libertad y sin miedos a un Dios
Bueno.
De pronto un hombre «se pone a
gritar: ¿Has venido a acabar con nosotros?». Al escuchar el mensaje de
Jesús, se ha sentido amenazado. Su mundo religioso se le derrumba. Se nos dice
que está poseído por un «espíritu inmundo», hostil a Dios. ¿Qué fuerzas
extrañas le impiden seguir escuchando a Jesús?. ¿Qué experiencias dañosas y
perversas le bloquean el camino hacia el Dios Bueno que él
anuncia?.
Jesús no se acobarda. Ve al pobre
hombre oprimido por el mal, y grita: «Cállate y sal de él». Ordena que se
callen esas voces malignas que no le dejan encontrarse con Dios ni consigo
mismo. Que recupere el silencio que sana lo más profundo del ser
humano.
El narrador describe la curación de
manera dramática. En un último esfuerzo por destruirlo, el espíritu «lo
retorció y, dando un grito muy fuerte, salió». Jesús ha logrado liberar al
hombre de su violencia interior. Ha puesto fin a las tinieblas y al miedo a
Dios. En adelante podrá escuchar la Buena Noticia de
Jesús.
No pocas personas viven en su
interior de imágenes falsas de Dios que les hacen vivir sin dignidad y sin
verdad. Lo sienten, no como una presencia amistosa que invita a vivir de manera
creativa, sino como una sombra amenazadora que controla su existencia. Jesús
siempre empieza a curar liberando de un Dios opresor.
Sus palabras despiertan la confianza
y hacen desaparecer los miedos. Sus parábolas atraen hacia el amor a Dios, no
hacia el sometimiento ciego a la ley. Su presencia hace crecer la libertad, no
las servidumbres; suscita el amor a la vida, no el resentimiento. Jesús cura
porque enseña a vivir sólo de la bondad, el perdón y el amor que no excluye a
nadie. Sana porque libera del poder de las cosas, del autoengaño y de la
egolatría.
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