31 Tiempo ordinario (B)
Marcos
12, 28-34
JOSÉ
ANTONIO PAGOLA, vgentza@euskalnet.net
SAN
SEBASTIÁN (GUIPUZCOA).
ECLESALIA, 31/10/12.- Un escriba se acerca a Jesús. No
viene a tenderle una trampa. Tampoco a discutir con él. Su vida está
fundamentada en leyes y normas que le indican cómo comportarse en cada momento.
Sin embargo, en su corazón se ha despertado una pregunta: "¿Qué mandamiento
es el primero de todos?" ¿Qué es lo más importante para acertar en la
vida?
Jesús entiende muy bien lo que
siente aquel hombre. Cuando en la religión se van acumulando normas y preceptos,
costumbres y ritos, es fácil vivir dispersos, sin saber exactamente qué es lo
fundamental para orientar la vida de manera sana. Algo de esto ocurría en
ciertos sectores del judaísmo.
Jesús no le cita los mandamientos de
Moisés. Sencillamente, le recuerda la oración que esa misma mañana han
pronunciado los dos al salir el sol, siguiendo la costumbre judía: "Escucha,
Israel, el Señor nuestro Dios es el único Señor: amarás al Señor tu Dios con
todo tu corazón".
El escriba está pensando en un Dios
que tiene poder de mandar. Jesús le coloca ante un Dios cuya voz hemos de
escuchar. Lo importante no es conocer preceptos y cumplirlos. Lo decisivo es
detenernos a escuchar a ese Dios que nos habla sin pronunciar palabras
humanas.
Cuando escuchamos al verdadero Dios,
se despierta en nosotros una atracción hacia el amor. No es propiamente una
orden. Es lo que brota en nosotros al abrirnos al Misterio último de la vida:
"Amarás". En esta experiencia, no hay intermediarios religiosos, no hay
teólogos ni moralistas. No necesitamos que nadie nos lo diga desde fuera.
Sabemos que lo importante es amar.
Este amor a Dios no es un
sentimiento ni una emoción. Amar al que es la fuente y el origen de la vida es
vivir amando la vida, la creación, las cosas y, sobre todo, a las personas.
Jesús habla de amar "con todo el corazón, con toda el alma, con todo el ser".
Sin mediocridad ni cálculos interesados. De manera generosa y
confiada.
Jesús añade, todavía, algo que el
escriba no ha preguntado. Este amor a Dios es inseparable del amor al prójimo.
Sólo se puede amar a Dios amando al hermano. De lo contrario, el amor a Dios es
mentira. ¿Cómo vamos a amar al Padre sin amar a sus hijos e
hijas?.
No siempre cuidamos los cristianos
esta síntesis de Jesús. Con frecuencia, tendemos a confundir el amor a Dios con
las prácticas religiosas y el fervor, ignorando el amor práctico y solidario a
quienes viven excluidos por la sociedad y olvidados por la religión. Pero, ¿qué
hay de verdad en nuestro amor a Dios si vivimos de espaldas a los que
sufren?.
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