"El Espíritu del Señor sobre mí, porque me ha ungido para anunciar a los pobres la Buena Noticia, me ha enviado a proclamar la libertad a los cautivos y la vista a los ciegos, para dar la libertad a los oprimidos y proclamar un año de Gracia del Señor" (Lc.4,18-19).
El Espíritu de Dios está sobre ti, porque Él te ha elegido, Él te ha llamado para darle al mundo como María lo hizo en su momento, como lo hicieron aquellos hombres y mujeres de Galilea,... como tú sabes en tu corazón que puedes hacer y... no, no digas que no vas a poder, que eso no va contigo, que tienes muchos defectos y vas a defraudar más que animar.
No, no digas eso porque así mismo respondió María: "¿Cómo va a ser eso si yo...?". Pero el ángel le respondió: "No temas, puede que tú no seas capaz... pero el Espíritu de Dios vendrá sobre ti". El resto... ya sabes cómo fue.
No, no digas que "no puedes" porque eso para Dios no es excusa; no digas que apenas tienes fe o que dudas; también las tuvo María y las tuvieron los apóstoles, incluso después de verle resucitado... pero el día de Pentecostés.... Ya conoces la historia.
No digas que eres un niño, un niño que no sabe ni hablar en público (ya lo argumentó el profeta Jeremías y... de poco le sirvió: el Señor pudo más que su supuesta inmadurez o falta de autoestima y ya sabes lo que luego este hombre de Dios hizo).
No digas que "sí" para quedar bien y luego pirarte como Jonás... porque allá donde quieras escapar Él te alcanzará, si huyes hasta el abismo... allí estará Dios, si escalas las cumbres más altas allí le hallarás; no hay lugar ni momento en el que Él no pueda estar contigo.
A ti, profe de Religión, que siempre estás dispuesto a sacrificar tu tiempo libre en tu colegio y en mil cosas más sin otro interés que dar a conocer los valores del Reino de Dios.
A ti, pescador que en alta mar, haya viento, lluvia, sol o marejada pasas horas y días curtiéndote al sol y al salitre con la esperanza de poder llevar a puerto aquello que te permitirá sobrevivir y mantener a los tuyos.
A ti, mujer de la limpieza del hospital en el que entregas horas sin fin, que aún a sabiendas de que con eso que te pagan no saldrás de pobre jamás... realizas ese trabajo con amor pensando en el bien de los enfermos y lisiados.
A ti, barrendero de barrio que recorres mil y una veces las mismas calles y rincones devolviendo el decoro a cada espacio para volver otra vez mañana... escobón en ristre dando a cada transeúnte tu sonrisa y tus buenos días.
A ti, educador social que a diario desgastas tu vida por acoger al sin techo, al cristo roto de los bancos sin dinero, de los portales encartonados y puentes desahuciados,... en tus manos y en tu mirada halla ese hermano su consuelo.
A ti, voluntaria de prisiones que llevas a esos antros de inhumanidad el aire fresco de la calle en el infierno veraniego saliente de los muros de cemento y la calidez del corazón abierto en los más fríos inviernos, dejando siempre tras las rejas al irte un pedacito de ti.
A ti, reponedor del hipermercado y a ratos cajero, otras veces anunciante de productos mientras con tu constante simpatía atiendes pacienzudo las mil y una formas en que la diversidad del mundo se expresa y presenta ante ti.
A ti, repartidora de publicidad que para que te abran una puerta tienes que tocar a diario mil timbres y que por cuatro monedas para atender a quienes de tu pobre sueldo necesitan acoges quejas de mil lugares -por esa publicidad no deseada-
A ti, testigo de Jehová, santo de los últimos días o cristiano católico neocatecumenal,... que vas de puerta en puerta anunciando la VERDAD a quien te quiera escuchar con la sola recompensa de la bondad de Dios que ve en tu corazón tu sana intención.
A ti, enferma de cáncer o de ésas otras malaltías que dicen son sin retorno y que, sin embargo, no te impiden sonreir y animar incluso a quienes ante ti rinden su presencia, apoyo y cariño pero confundidos por tu coraje de heroína.
A ti, sindicalista que defiendes con honradez los derechos del pueblo trabajador afrontando no sólo el rechazo de empresarios de poca justicia sino también el corporativismo de tu propia directiva sindical.
A ti,...
A ti,... hermano y hermana, a ti Dios te llama.
A ti, Dios envía su espíritu y con Él y desde Él puedes llamarle "Papá", como el niño que ríe satisfecho en los brazos seguros de su padre o de su madre.
A ti, que vives a menudo la vida como un torrente desbocado sin tregua para el descanso desde el instante en que te abres a la luz del nuevo día hasta que las persianas de tus ojos dicen sencillamente "hasta mañana"; a ti Dios te invita.
No esperes luminarias en el cielo ni llamaradas de fuego sobre tu cabeza; no supongas que el viento vaya a reventar las ventanas de tu casa anunciando la presencia del Espíritu de Dios; no sueñes con trompetas del apocalipsis para indicarte que... Él ha llegado a ti, porque... Él ya estaba en ti.
Él estaba en ti y tú en Él desde que fuiste concebido y desde el vientre materno te llamó y te consagró.
Él te consagró para ser su testigo, ser su apóstol del siglo XXI en cualquier ambiente en que te muevas.
Él te consagró para ser Él: amor en medio del mundo y bien sabes que no descansarás hasta que tú y Él seais uno.
Él te consagró para que quienes más amor necesitan descubran cada día que DIOS ES AMOR, que nadie está dejado de su mano y todo llega, a su hora, en su momento.
Él te consagró para ser un nuevo Cristo para todos los cristos rotos de este mundo y por ti redimidos con la fuerza y la sabiduría de Dios.
Él te consagró para ser voz de los sin-voz y los gritos de desesperación por las grandes injusticias hallen eco en los corazones de todos tus hermanos, también de quienes aparentan ser sordos y crueles con los más pequeños.
Él te llamó, Él te ungió, Él te consagró, Él te envió al mundo de mil y una maneras todos los días para que el mundo conozca el camino de la verdadera felicidad: el encuentro con Padre Dios.
El Espíritu de Dios está sobre ti, no temas, ponte en camino.
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