El relato sugiere que los seguidores de Jesús formarán una familia. La Iglesia será "la casa de Jesús" que sustituirá a "la casa de Israel". En ella todos son servidores. No hay señores. Todos vivirán esperando al único Señor de la casa: Jesús el Cristo.
No lo olvidarán jamás. En la casa de Jesús nadie ha de permanecer pasivo. Nadie se ha de sentir excluido, sin responsabilidad alguna. Todos son necesarios. Todos tienen alguna misión confiada por él.
Todos están llamados a contribuir a la gran tarea de vivir como Jesús al que han conocido siempre dedicado a servir al reino de Dios. Los años irán pasando. ¿Se mantendrá vivo el espíritu de Jesús entre los suyos?. ¿Seguirán recordando su estilo servicial a los más necesitados y desvalidos?. ¿Lo seguirán por el camino abierto por él?. Su gran preocupación es que su Iglesia se duerma.
Por eso, les insiste hasta tres veces: «vivid despiertos". No es una recomendación a los cuatro discípulos que lo están escuchando, sino un mandato a los creyentes de todos los tiempos: «Lo que os digo a vosotros, os lo digo a todos: velad». El rasgo más generalizado de los cristianos que no han abandonado la Iglesia es seguramente la pasividad. Durante siglos hemos educado a los fieles para la sumisión y la obediencia. En la casa de Jesús sólo una minoría se siente hoy con alguna responsabilidad eclesial. Ha llegado el momento de reaccionar. No podemos seguir aumentando aún más la distancia entre "los que mandan" y "los que obedecen". Es pecado promover el desafecto, la mutua exclusión o la pasividad. Jesús nos quería ver a todos despiertos, activos, colaborando con lucidez y responsabilidad.
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