JOSÉ
ANTONIO PAGOLA, vgentza@euskalnet.net
San Sebastián (GUIPUZCOA). Marcos 2,1-12
ECLESALIA, 15/02/12.- Jesús fue considerado por sus
contemporáneos como un curador singular. Nadie lo confunde con los magos o
curanderos de la época. Tiene su propio estilo de curar. No recurre a fuerzas
extrañas ni pronuncia conjuros o fórmulas secretas. No emplea amuletos ni
hechizos. Pero cuando se comunica con los enfermos contagia
salud.
Los relatos evangélicos van
dibujando de muchas maneras su poder curador. Su amor apasionado a la vida, su
acogida entrañable a cada enfermo, su fuerza para regenerar lo mejor de cada
persona, su capacidad de contagiar su fe en Dios creaban las condiciones que
hacían posible la curación.
Jesús no ofrece remedios para
resolver un problema orgánico. Se acerca a los enfermos buscando curarlos desde
su raíz. No busca sólo una mejoría física. La curación del organismo queda
englobada en una sanación más integral y profunda. Jesús no cura sólo
enfermedades. Sana la vida enferma.
Los diferentes relatos lo van
subrayando de diversas maneras. Libera a los enfermos de la soledad y la
desconfianza contagiándoles su fe absoluta en Dios: "Tú, ¿ya crees?". Al mismo
tiempo, los rescata de la resignación y la pasividad, despertando en ellos el
deseo de iniciar una vida nueva: "Tú, ¿quieres curarte?".
No se queda ahí. Jesús los libera de
lo que bloquea su vida y la deshumaniza: la locura, la culpabilidad o la
desesperanza. Les ofrece gratuitamente el perdón, la paz y la bendición de Dios.
Los enfermos encuentran en él algo que no les ofrecen los curanderos populares:
una relación nueva con Dios que los ayudará a vivir con más dignidad y
confianza.
Marcos narra la curación de un paralítico en el interior de la casa donde vive Jesús en Cafarnaún. Es el ejemplo más significativo para destacar la profundidad de su fuerza curadora. Venciendo toda clase de obstáculos, cuatro vecinos logran traer hasta los pies de Jesús a un amigo paralítico.
Jesús interrumpe su predicación y
fija su mirada en él. ¿Dónde está el origen de esa parálisis?. ¿Qué miedos,
heridas, fracasos y oscuras culpabilidades están bloqueando su vida?. El enfermo
no dice nada, no se mueve. Allí está, ante Jesús, atado a su
camilla.
¿Qué necesita este ser humano para
ponerse en pie y seguir caminando?. Jesús le habla con ternura de madre: «Hijo, tus pecados quedan
perdonados». Deja de atormentarte. Confía en Dios. Acoge su perdón y
su paz. Atrévete a levantarte de tus errores y tu pecado. Cuántas personas
necesitan ser curadas por dentro. ¿Quién les ayudará a ponerse en contacto con
un Jesús curador?.
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