miércoles, 31 de diciembre de 2014

Nacer de nuevo

MERCEDES NASARRE RAMÓN, psiquiatra, mnasarre@hotmail.com
HUESCA.

ECLESALIA, 31/12/14.- Todos los años se repiten cosas parecidas en esta época del año. El tiempo navideño, desde el día 22 de Diciembre hasta el día 6 de enero, es el más cargado de tradiciones y rituales en buena parte de nuestro mundo.
En Navidad, el sol alcanza su punto más bajo y la noche es más larga que nunca, pero justo en ese punto más oscuro, ocurre la transformación. La luz vuelve a desplegarse y vence a la oscuridad.
El nivel histórico, el nivel mitológico y el nivel psicológico están ligados entre sí. La historia nos la suministran los redactores de los evangelios, que proyectaron sobre sus narraciones toda la impresión personal que el profeta de Galilea les produjo. Pero no se trata sólo de recordar algo que ocurrió, cosa que se olvida a menudo, sino de entender lo que subyace bajo estos símbolos. Así, entramos en el nivel mitológico, en el que hay pautas arquetípicas que son comunes a la humanidad desde hace siglos. Los mitos expresan algo oculto en la psique humana y sólo ellos lo articulan, porque el mito nos habla del desarrollo de lo eterno en el tiempo.
Este tiempo, en realidad, es una invitación a nacer de nuevo. Navidad significa nacimiento, acaba un año y empieza otro… Este nacimiento sólo es posible cuando nos alejamos de la exterioridad y retornamos a lo más íntimo de nosotros. Al lugar más oscuro y más secreto, allí donde está lo débil y a veces lo más roto. Sin embargo, mientras el individuo está ocupado en la realización de su ego, no ha llegado el tiempo de conocer la luz interior. Los cimientos han de ser sacudidos y sólo entonces la mirada se hace más profunda y puede ir más allá de las cosas.
Y entramos en el nivel psicológico, la Navidad siempre nos remite a la familia y a la infancia. Somos herederos de un cuerpo y de una historia emocional que nuestros padres nos han trasmitido. Durante todo el proceso de la vida atravesamos conflictos y dolores que son inherentes al hecho de madurar. Los hijos idealizan a los padres y éstos a los hijos y todo ese asunto narcisista debe disolverse para llegar al verdadero amor. Las heridas narcisistas duelen, nos decepcionan muchas cosas, es más, las heridas íntimas son las principales responsables de que haya hombres y mujeres moralmente hundidos. Unos se protegen con la crispación, otros se ocultan bajo una máscara opaca. Algunos están paralizados y otros, como dice una canción, se vuelven malos. No hay nadie sin cicatrices y marcas de la vida.
La posibilidad de nacer de nuevo ocurre exactamente en ese lugar de las heridas, allí está la puerta para encontrarse con el yo más auténtico. En medio de nuestra debilidad podemos dejar que el amor actúe y nazca en nosotros. No olvidemos que, pese a lo imposible, el dios cristiano es el dios de la debilidad y de la esperanza.

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