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sábado, 28 de marzo de 2015

Queremos ver a Jesús

BENJAMÍN FORCANO, teólogo, bforcanoc@gmail.com
MADRID.

ECLESALIA, 27/03/15.El relato, para esta cuaresma, de Juan, el discípulo amado, da cuenta de la llegada de Jesús a Jerusalén. La ciudad alborotada por los preparativos de la Pascua se pregunta: ¿Quién es este hombre?
 Este es el profeta, Jesús de Nazaret, contesta la gente.
Los fariseos molestos le dicen a Jesús: -“Di a tus discípulos que se callen”.- “Si estos se callan, hablarán las piedras” replica Jesús. Y un grupo de griegos, ajenos al pueblo judío, le piden a Felipe: “Queremos ver a Jesús”.
Hoy, a distancia de siglos, autores como José Antonio Pagola formula en su libro “JESÚS” la misma pregunta:
- “¿Quién fue Jesús? ¿Qué secreto se encierra en ese galileo fascinante, nacido hace dos mil años en una aldea insignificante del imperio romano y ejecutado como un malhechor cerca de una vieja cantera, en las afueras de Jerusalén, cuando rondaba los treinta años? ¿Quién fue este hombre que ha marcado decisivamente la religión, la cultura, el arte de Occidente hasta imponer incluso calendario?
Probablemente nadie ha tenido un poder tan grande sobre los corazones; nadie ha expresado como él las inquietudes e interrogantes del ser humano; nadie ha despertado tantas esperanzas. ¿Por qué su nombre no ha caído en el olvido? ¿Por qué todavía hoy, cuando las ideologías y las religiones experimentan una crisis profunda, su persona y su mensaje siguen alimentando la fe de tantos millones de hombres y mujeres?
Hoy como ayer, gentes de todas partes piden: “Queremos ver a Jesús”. ¿No representarán ese puñado de griegos a una multitud enorme de nuestros días que, alejada de la Iglesia, dice: “Queremos ver a Jesús”?
Hoy hemos avanzado mucho, en la ciencia y en la tecnología; hemos descubierto el prodigio del Genoma humano con sus miles y miles de genes y millones de combinaciones, pero no damos por descubierto quién lo proyectó y creó.
Y a los que piden verle, ¿Qué les contesta Jesús?
Mirad, les dice. Llevo mucho tiempo con vosotros y veo que todavía no lo habéis entendido. Sí, llevo toda una vida señalando el camino que lleva al bien, a la verdad y a la felicidad de todos. Y me encuentro con todo un sistema, con un poder civil y religioso, que no aceptan mi mensaje, lo critican, lo odian y, por si fuera poco, quieren acabar conmigo.
Os digo la verdad: ha llegado la hora de que se manifieste la gloria de este Hombre. Mi vida ha sido como un grano de trigo, que entra en la tierra y muere, y así es fecundo. El proceso de mi vida ha llegado a este momento para testificar que yo no he vivido para mí mismo, sino para los demás, anunciando un proyecto que Dios me ha encargado y, así me cueste la vida, lo voy a anunciar hasta el fin, fielmente. Y esto me pone mal, me agita y casi me angustia.
San Pablo alude a este momento de Jesús: “Habiendo ofrecido en los días de su vida mortal ruegos y súplicas con poderoso clamor y lágrimas al que podía salvarle de la muerte…”. Y en su carta a los filipenses remarca: “El era divino, se despojó de su rango, se hizo esclavo como uno más, se abajó, pero el que podía salvarle no lo hizo”.
Jesús, al final, declara: “Padre manifiesta tu gloria, yo he venido para eso”. Y fue crucificado. Y luego alzado en triunfo total.
Jesús ya no era como el Sumo Sacerdote del templo de Jerusalén, que ofrecía sacrificios por los pecados de los hombres, sino que, como un nuevo Sumo Sacerdote, el sacrificio que ofreció fue su vida, en entrega total de amor, para que se viera en él la manifestación suprema del amor de Dios por nosotros, un amor que abarcaba a todos los seres humanos, sin excepción. El bien y la felicidad de todos pasaba por ese proyecto de Dios, y no por otros injustos, partidistas, discriminatorios,…
La muerte del grano de trigo, su crucifixión, iba a ser fecunda y testimoniaba la esterilidad de otros granos de trigo, de otros proyectos: “Ahora comienza un juicio contra el orden presente, y ahora el jefe del mundo éste, va a ser echado fuera”.
Ahora descubrirán el misterio de Dios, la grandeza de su amor, el sentido verdadero de la vida: Dios en Jesús con nosotros, entre ruegos y lágrimas, compartiendo la lucha contra el mal, pero triunfando sobre él.
¿Y qué se necesita para ver a Jesús? Primero, mirarle a El, confiadamente, sin otras cosas que seguramente nos lo apartan u oscurecen. Segundo,seguirle, para colaborar en su tarea, para estar en lo que él estaba, para ocuparse de lo que él se ocupaba, para tener las metas que él tenía.
La llegada de Jesús, hombre como nosotros, partícipe de nuestra flaquezas y dolores, ha sido un regalo del amor de Dios. Ese regalo no se compra, se agradece, se trata de recibirlo con el corazón abierto, en libertad y gratuidad.
“Viva o muera, dice San Pablo, ahora como siempre, se manifestará públicamente en mi persona la grandeza de Cristo”.
“No me tienes que dar porque te quiera, pues aunque lo que espero no esperara, lo mismo que te quiero te quisiera” (Anónimo).

jueves, 19 de febrero de 2015

Cuaresma comunitaria

COMUNIDAD DE MONJAS TRINITARIAS, monjasdesuesa@gmail.com
SUESA (CANTABRIA).

ECLESALIA, 19/02/15.- A veces nos encontramos con textos que nos dicen que la cuaresma es una carrera, o una cuesta, o una escalada. Está claro que, visto así, la cuaresma es para deportistas, y... bueno, en fin, no a todo el mundo se le da bien eso del ejercicio.
Cada cual que le encuentre su sentido propio a la cuaresma pero... nuestra propuesta es vivir una cuaresma comunitaria, ¿o es que no vamos todos hacia la misma meta?. ¿Y no será mejor llegar juntos?.
El tiempo de cuaresma es ideal para ahondar en el interior, en lo profundo, en “lo secreto” y rebuscar el perfume oculto antes de que se nos quede viejo.
¡Vamos a perfumar la cuaresma!. ¡Que cuando llegue la pascua la gran comunidad de Jesús olamos a vida y fiesta!. Como la mujer del perfume, rompamos el frasco y derrochemos el amor a raudales. No os preocupéis, no se gasta, no se agota, cuanto más se extrae más se posee.
¿Qué podemos hacer?.
Algunas ideas:
- Vamos a querernos un poco más. No, no hablamos de quererse cada una, cada uno, un poco más a sí mismo (que es muy sano, sí) sino de querernos más entre nosotras y nosotros. Con gestos, con detalles sencillos, con palabras, con miradas, ¡hay mil maneras, no busques excusas!
- Podemos ayunar de “yoísmos”: abramos los pabellones auditivos del corazón para escuchar lo que nos cuenta el otro, la otra. No lo demos por sabido aunque ya nos lo sepamos.
- Nuestra oración en este tiempo puede ser alzando la cabeza y mirando más allá. Oraremos más por quienes están al lado, desde el vecino gruñón del 5º, hasta la compañera del trabajo que nos roba los minutos del descanso, pasando por la hermana mayor que nos desespera por su lentitud o las docenas de rostros sin nombre que vemos por el televisor.
- Quizás sea también buena idea sacar unos minutos al día para mirar hacia dentro, remover la propia tierra, abonarla un poco (no huele muy bien pero es buenísimo para después recoger mejores frutos) y bendecirla (esto no suele venir en los manuales de horticultura pero os lo recomendamos encarecidamente).
- Cuenta, cuenta: sí, eso, que cuentes, que te narres, que saques lo que hay en ti, con humildad y honestidad, que la belleza regalada por Dios y colocada en tu interior no es solo tuya, es de todos. Coteja tu vida con alguien, confronta tu camino, sé valiente y exponte ante alguien que acompañe tu camino, ante tu comunidad, tu familia,...
- Haz un censo: no para saber todo lo que tienes sino para darte cuenta de ¡todo lo que tienes! ¿Todo es necesario? Olvida los “por si...”, despréndete solidaria y ecológicamente de aquello que sabes que no necesitas: libros, ropa, dinero,...
- Haz un donativo: ¿el mejor?, tu tiempo, que no es recuperable.
Seguro que cada cual tiene más propuestas pero las que queremos fomentar son las que nos lleven a vivir una cuaresma comunitaria: “que todos sean uno como Tú y Yo somos uno”.

lunes, 14 de marzo de 2011

¿Es "ayunar" un privilegio?

SEBASTIÁN GARCÍA scj, sebastiangarciascj@gmail.com
Buenos Aires (ARGENTINA).

ECLESALIA, 14/03/11.- La Cuaresma parece ser un tiempo para incrementar nuestra oración personal, favorable para examinar, confesar nuestros pecados y tener una linda reconciliación con el Padre. La Iglesia nos enseña que una de las mejores maneras de vivir este tiempo de cuaresma en su dimensión más profunda es hacer ayuno.
Pero creo que en este mundo ayunar es un privilegio. No un privilegio para algunas personas que tienen un alma muy fuerte como para no tomar una de las grandes comidas. Ese no es el asunto.
La cuestión es esta: solamente quien no pasa hambre, puede hacer ayuno. Las demás personas en el mundo que tienen hambre no pueden ayunar. Sólo ayunan todos aquellos que tienen en sus mesas el pan cotidiano.

He visto en India los diferentes rostros del hambre. Los vi en Argentina también. Son similares a los de Brasil, Paraguay, México o Costa de Marfil. Lo que sucede es que el hambre tiene un rostro similar en todo el mundo. Nosotros podemos darnos cuenta muy rápidamente. Porque nosotros, -yo escribiendo y ustedes leyendo-, no tenemos hambre. Mucha gente en este bendito mundo pasa hambre. Mucha más de la que podemos imaginar. Y ellos, en su hambre habitual, no pueden ayunar. Porque no lo pueden elegir. Para ellos, el hambre es el pan cotidiano; todos los días están haciendo ayuno.
Pero nosotros podemos ayunar. Porque no tenemos hambre. Y este puede ser el significado secreto de nuestras privaciones de cuaresma: no tomar algunos alimentos en las comidas, ofreciendo este pequeño sacrificio por esta pobre gente. Nosotros podemos ayunar. Ellos no. Entonces podemos hacer ayuno por ellos.

¿Pero como es esto posible? ¿Cómo pueden algunas personas hacer ayuno en este mundo con hambre? ¿Este ayuno no podría ser hasta un insulto para el hambre de estas personas?. Ciertamente, Dios, el Dios Vivo y Verdadero no necesita de nuestros sacrificios. Nuestro ayuno no va a incrementar su gloria eterna. Y más ayuno en nuestras vidas no nos va a poner más cerca de Dios. Hacer ayuno es para nosotros como un aprendizaje. ¿Ayunar nos ayuda a disciplinar nuestros cuerpos?. Alguno puede pensar que sí. A mí me suena a desfasado.
La secreta razón de este tipo de privación no es el esfuerzo personal de conquistar nuestra voluntad salvaje, sino acercarnos a toda esa gente que en este momento están sintiendo el hambre en sus entrañas. No porque tenemos una voluntad de hierro y una sed de volvernos perfectos a nosotros mismos, podemos hacer nuestro ayuno. No porque nuestro Dios, el Padre de nuestro hermano mayor Jesús, necesite de nuestro sacrificio y privaciones. Podemos ayunar, ofreciendo nuestro ayuno por la gente hambrienta a lo largo de todo el mundo, que no puede ayunar. Este es el primer paso, El segundo podría ser invitarlos a nuestra mesa. Dice Dios por el profeta: “el ayuno que yo quiero es compartir el pan con el hambriento” (Is. 58, 7).