miércoles, 25 de diciembre de 2013

Abiertas al proyecto de Dios

La sagrada familia (A) Mateo 2,13-15. 19-23
JOSÉ ANTONIO PAGOLA, lagogalilea@hotmail.com
SAN SEBASTIÁN (GUIPUZCOA).

ECLESALIA25/12/13.- Los relatos evangélicos no ofrecen duda alguna. Según Jesús, Dios tiene un gran proyecto: construir en el mundo una gran familia humana. Atraído por este proyecto, Jesús se dedica enteramente a que todos sientan a Dios como Padre y todos aprendan a vivir como hermanos. Este es el camino que conduce a la salvación del género humano.
Para algunos, la familia actual se está arruinando porque se ha perdido el ideal tradicional de “familia cristiana”. Para otros, cualquier novedad es un progreso hacia una sociedad nueva. Pero, ¿cómo es una familia abierta al proyecto humanizador de Dios?. ¿Qué rasgos podríamos destacar?.
Amor entre los esposos. Es lo primero. El hogar está vivo cuando los padres saben quererse, apoyarse mutuamente, compartir penas y alegrías, perdonarse, dialogar y confiar el uno en el otro. La familia se empieza a deshumanizar cuando crece el egoísmo, las discusiones y malentendidos.
Relación entre padres e hijos. No basta el amor entre los esposos. Cuando padres e hijos viven enfrentados y sin apenas comunicación alguna, la vida familiar se hace imposible, la alegría desaparece, todos sufren. La familia necesita un clima de confianza mutua para pensar en el bien de todos.
Atención a los más frágiles. Todos han de encontrar en su hogar acogida, apoyo y comprensión. Pero la familia se hace más humana sobre todo, cuando en ella se cuida con amor y cariño a los más pequeños, cuando se quiere con respeto y paciencia a los mayores, cuando se atiende con solicitud a los enfermos o discapacitados, cuando no se abandona a quien lo está pasando mal.
Apertura a los necesitados. Una familia trabaja por un mundo más humano, cuando no se encierra en sus problemas e intereses, sino que vive abierta a las necesidades de otras familias: hogares rotos que viven situaciones conflictivas y dolorosas, y necesitan apoyo y comprensión; familias sin trabajo ni ingreso alguno, que necesitan ayuda material; familias de inmigrantes que piden acogida y amistad.
Crecimiento de la fe. En la familia se aprende a vivir las cosas más importantes. Por eso, es el mejor lugar para aprender a creer en ese Dios bueno, Padre de todos; para conocer el estilo de vida de Jesús; para descubrir su Buena Noticia; para rezar juntos en torno a la mesa; para tomar parte en la vida de la comunidad de seguidores de Jesús. Estas familias cristianas contribuyen a construir ese mundo más justo, digno y dichoso querido por Dios. Son una bendición para la sociedad.

miércoles, 18 de diciembre de 2013

Experiencia interior

4 Adviento (A) Mateo 1, 18-24
JOSÉ ANTONIO PAGOLA, lagogalilea@hotmail.com
SAN SEBASTIÁN (GUIPUZCOA).

ECLESALIA18/12/13.- El evangelista Mateo tiene un interés especial en decir a sus lectores que Jesús ha de ser llamado también Emmanuel. Sabe muy bien que puede resultar chocante y extraño. ¿A quién se le puede llamar con un nombre que significa Dios con nosotros”?. Sin embargo, este nombre encierra el núcleo de la fe cristiana y es el centro de la celebración de la Navidad.
Ese misterio último que nos rodea por todas partes y que los creyentes llamamos “Dios” no es algo lejano y distante. Está con todos y cada uno de nosotros. ¿Cómo lo puedo saber?. ¿Es posible creer de manera razonable que Dios está conmigo, si yo no tengo alguna experiencia personal por pequeña que sea?.
De ordinario, a los cristianos no se nos ha enseñado a percibir la presencia del misterio de Dios en nuestro interior. Por eso, muchos lo imaginan en algún lugar indefinido y abstracto del Universo. Otros lo buscan adorando a Cristo presente en la eucaristía. Bastantes tratan de escucharlo en la Biblia. Para otros, el mejor camino es Jesús.
El misterio de Dios tiene, sin duda, sus caminos para hacerse presente en cada vida. Pero se puede decir que, en la cultura actual, si no lo experimentamos de alguna manera dentro de nosotros, difícilmente lo hallaremos fuera. Por el contrario, si percibimos su presencia en nuestro interior, nos será más fácil rastrear su misterio en nuestro entorno.
¿Es posible?. El secreto consiste, sobre todo, en saber estar con los ojos cerrados y en silencio apacible, acogiendo con un corazón sencillo esa presencia misteriosa que nos está alentando y sosteniendo. No se trata de pensar en eso, sino de estar “acogiendo” la paz, la vida, el amor, el perdón... que nos llega desde lo más íntimo de nuestro ser.
Es normal que, al adentrarnos en nuestro propio misterio, nos encontremos con nuestros miedos y preocupaciones, nuestras heridas y tristezas, nuestra mediocridad y nuestro pecado. No hemos de inquietarnos, sino permanecer en el silencio. La presencia amistosa que está en el fondo más íntimo de nosotros nos irá apaciguando, liberando y sanando.
Karl Rahner, uno de los teólogos más importantes del siglo veinte, afirma que, en medio de la sociedad secular de nuestros días, “esta experiencia del corazón es la única con la que se puede comprender el mensaje de fe de la Navidad: Dios se ha hecho hombre”. El misterio último de la vida es un misterio de bondad, de perdón y salvación, que está con nosotros: dentro de todos y cada uno de nosotros. Si lo acogemos en silencio, conoceremos la alegría de la Navidad.

miércoles, 11 de diciembre de 2013

Curar heridas

3 Adviento (A) Mateo 11, 2-11

JOSÉ ANTONIO PAGOLA, lagogalilea@hotmail.com
SAN SEBASTIÁN (GUIPUZCOA).

ECLESALIA11/12/13.- La actuación de Jesús dejó desconcertado al Bautista. Él esperaba un Mesías que extirparía del mundo el pecado imponiendo el juicio riguroso de Dios, no un Mesías dedicado a curar heridas y aliviar sufrimientos. Desde la prisión de Maqueronte envía un mensaje a Jesús: “¿Eres tú el que ha de venir o tenemos que esperar a otro?”.
Jesús le responde con su vida de profeta curador: “Decidle a Juan lo que estáis viendo y oyendo: los ciegos ven y los inválidos andan; los leprosos quedan limpios y los sordos oyen; los muertos resucitan y a los pobres se les anuncia la Buena Noticia. Este es el verdadero Mesías: el que viene a aliviar el sufrimiento, curar la vida y abrir un horizonte de esperanza a los pobres.
Jesús se siente enviado por un Padre misericordioso que quiere para todos un mundo más digno y dichoso. Por eso, se entrega a curar heridas, sanar dolencias y liberar la vida. Y por eso pide a todos: “Sed compasivos como vuestro Padre es compasivo”.
Jesús no se siente enviado por un Juez riguroso para juzgar a los pecadores y condenar al mundo. Por eso, no atemoriza a nadie con gestos justicieros, sino que ofrece a pecadores y prostitutas su amistad y su perdón. Y por eso pide a todos: “No juzguéis y no seréis juzgados”.
Jesús no cura nunca de manera arbitraria o por puro sensacionalismo. Cura movido por la compasión, buscando restaurar la vida de esas gentes enfermas, abatidas y rotas. Son las primeras que han de experimentar que Dios es amigo de una vida digna y sana.
Jesús no insistió nunca en el carácter prodigioso de sus curaciones ni pensó en ellas como receta fácil para suprimir el sufrimiento en el mundo. Presentó su actividad curadora como signo para mostrar a sus seguidores en qué dirección hemos de actuar para abrir caminos a ese proyecto humanizador del Padre que él llamaba “reino de Dios”.
El Papa Francisco afirma que “curar heridas” es una tarea urgente: “Veo con claridad que lo que la Iglesia necesita hoy es una capacidad de curar heridas y dar calor, cercanía y proximidad a los corazones... Esto es lo primero: curar heridas, curar heridas”. Habla luego de “hacernos cargo de las personas, acompañándolas como el buen samaritano que lava, limpia y consuela”. Habla también de “caminar con las personas en la noche, saber dialogar e incluso descender a su noche y oscuridad sin perderse”.
Al confiar su misión a los discípulos, Jesús no los imagina como doctores, jerarcas, liturgistas o teólogos, sino como curadores. Su tarea será doble: anunciar que el reino Dios está cerca y curar enfermos.

jueves, 5 de diciembre de 2013

Recorrer caminos nuevos

2 Adviento (A) Mateo 3, 1-12
JOSÉ ANTONIO PAGOLA, lagogalilea@hotmail.com
SAN SEBASTIÁN (GUIPUZCOA).

ECLESALIA04/12/13.- Por los años 27 o 28 apareció en el desierto del Jordán un profeta original e independiente que provocó un fuerte impacto en el pueblo judío: las primeras generaciones cristianas lo vieron siempre como el hombre que preparó el camino a Jesús.
Todo su mensaje se puede concentrar en un grito: “Preparad el camino del Señor, allanad sus senderos”. Después de veinte siglos, el Papa Francisco nos está gritando el mismo mensaje a los cristianos: Abrid caminos a Dios, volved a Jesús, acoged el Evangelio.
Su propósito es claro: “Busquemos ser una Iglesia que encuentra caminos nuevos”. No será fácil. Hemos vivido estos últimos años paralizados por el miedo. El Papa no se sorprende: “La novedad nos da siempre un poco de miedo porque nos sentimos más seguros si tenemos todo bajo control, si somos nosotros los que construimos, programamos y planificamos nuestra vida”. Y nos hace una pregunta a la que hemos de responder: “¿Estamos decididos a recorrer los caminos nuevos que la novedad de Dios nos presenta o nos atrincheramos en estructuras caducas, que han perdido capacidad de respuesta?“.
Algunos sectores de la Iglesia piden al Papa que acometa cuanto antes diferentes reformas que consideran urgentes. Sin embargo, Francisco ha manifestado su postura de manera clara: “Algunos esperan y me piden reformas en la Iglesia y debe haberlas. Pero antes es necesario un cambio de actitudes”.
Me parece admirable la clarividencia evangélica del Papa Francisco. Lo primero no es firmar decretos reformistas. Antes, es necesario poner a las comunidades cristianas en estado de conversión y recuperar en el interior de la Iglesia las actitudes evangélicas más básicas. Sólo en ese clima será posible acometer de manera eficaz y con espíritu evangélico las reformas que necesita urgentemente la Iglesia.
El mismo Francisco nos está indicando todos los días los cambios de actitudes que necesitamos. Señalaré algunos de gran importancia. Poner a Jesús en el centro de la Iglesia: “una Iglesia que no lleva a Jesús es una Iglesia muerta”. No vivir en una Iglesia cerrada y autorreferencial: “una Iglesia que se encierra en el pasado, traiciona su propia identidad”. Actuar siempre movidos por la misericordia de Dios hacia todos sus hijos: no cultivar “un cristianismo restauracionista y legalista que lo quiere todo claro y seguro, y no halla nada”. “Buscar una Iglesia pobre y de los pobres”. Anclar nuestra vida en la esperanza, no “en nuestras reglas, nuestros comportamientos eclesiásticos, nuestros clericalismos”.

jueves, 28 de noviembre de 2013

Con los ojos abiertos

1 Adviento (A) Mateo, 24, 37-44
JOSÉ ANTONIO PAGOLA, lagogalilea@hotmail.com
SAN SEBASTIÁN (GUIPUZCOA).

ECLESALIA27/11/13.- Las primeras comunidades cristianas vivieron años muy difíciles. Perdidos en el vasto Imperio de Roma, en medio de conflictos y persecuciones, aquellos cristianos buscaban fuerza y aliento esperando la pronta venida de Jesús y recordando sus palabras: Vigilad. Vivid despiertos. Tened los ojos abiertos. Estad alerta.
¿Significan todavía algo para nosotros las llamadas de Jesús a vivir despiertos?. ¿Qué es hoy para los cristianos poner nuestra esperanza en Dios viviendo con los ojos abiertos?. ¿Dejaremos que se agote definitivamente en nuestro mundo secular la esperanza en una última justicia de Dios para esa inmensa mayoría de víctimas inocentes que sufren sin culpa alguna?.
Precisamente, la manera más fácil de falsear la esperanza cristiana es esperar de Dios nuestra salvación eterna, mientras damos la espalda al sufrimiento que hay ahora mismo en el mundo. Un día tendremos que reconocer nuestra ceguera ante Cristo Juez: ¿Cuándo te vimos hambriento o sediento, extranjero o desnudo, enfermo o en la cárcel, y no te asistimos?. Este será nuestro dialogo final con él si vivimos con los ojos cerrados.
Hemos de despertar y abrir bien los ojos. Vivir vigilantes para mirar más allá de nuestros pequeños intereses y preocupaciones. La esperanza del cristiano no es una actitud ciega, pues no olvida nunca a los que sufren. La espiritualidad cristiana no consiste solo en una mirada hacia el interior, pues su corazón está atento a quienes viven abandonados a su suerte.
En las comunidades cristianas hemos de cuidar cada vez más que nuestro modo de vivir la esperanza no nos lleve a la indiferencia o el olvido de los pobres. No podemos aislarnos en la religión para no oír el clamor de los que mueren diariamente de hambre. No nos está permitido alimentar nuestra ilusión de inocencia para defender nuestra tranquilidad.
Una esperanza en Dios, que se olvida de los que viven en esta tierra sin poder esperar nada, ¿no puede ser considerada como una versión religiosa de cierto optimismo a toda costa, vivido sin lucidez ni responsabilidad? Una búsqueda de la propia salvación eterna de espaldas a los que sufren, ¿no puede ser acusada de ser un sutil “egoísmo alargado hacia el más allá”?.
Probablemente, la poca sensibilidad al sufrimiento inmenso que hay en el mundo es uno de los síntomas más graves del envejecimiento del cristianismo actual. Cuando el Papa Francisco reclama “una Iglesia más pobre y de los pobres”, nos está gritando su mensaje más importante a los cristianos de los países del bienestar.

jueves, 21 de noviembre de 2013

Acuérdate de mí

Fiesta de Cristo Rey (C) Lucas 23, 35-43
JOSÉ ANTONIO PAGOLA, lagogalilea@hotmail.com
SAN SEBASTIÁN (GUIPUZCOA).

ECLESALIA20/11/13.- Según el relato de Lucas, Jesús ha agonizado en medio de las burlas y desprecios de quienes lo rodean. Nadie parece haber entendido su vida. Nadie parece haber captado su entrega a los que sufren ni su perdón a los culpables. Nadie ha visto en su rostro la mirada compasiva de Dios. Nadie parece ahora intuir en aquella muerte misterio alguno.
Las autoridades religiosas se burlan de él con gestos despectivos: ha pretendido salvar a otros; que se salve ahora a sí mismo. Si es el Mesías de Dios, el “Elegido” por él, ya vendrá Dios en su defensa.
También los soldados se suman a las burlas. Ellos no creen en ningún Enviado de Dios. Se ríen del letrero que Pilatos ha mandado colocar en la cruz:Este es el rey de los judíos. Es absurdo que alguien pueda reinar sin poder. Que demuestre su fuerza salvándose a sí mismo.
Jesús permanece callado, pero no desciende de la cruz. ¿Qué haríamos nosotros si el Enviado de Dios buscara su propia salvación escapando de esa cruz que lo une para siempre a todos los crucificados de la historia?.¿Cómo podríamos creer en un Dios que nos abandonara para siempre a nuestra suerte?
De pronto, en medio de tantas burlas y desprecios, una sorprendente invocación: Jesús, acuérdate de mí cuando llegues a tu reino”. No es un discípulo ni un seguidor de Jesús. Es un de los dos delincuentes crucificados junto a él. Lucas lo propone como un ejemplo admirable de fe en el Crucificado.
Este hombre, a punto de morir ajusticiado, sabe que Jesús es un hombre inocente, que no ha hecho más que bien a todos. Intuye en su vida un misterio que a él se le escapa, pero está convencido de que Jesús no va a ser derrotado por la muerte. De su corazón nace una súplica. Solo pide a Jesús que no lo olvide: algo podrá hacer por él.
Jesús le responde de inmediato: “Hoy estarás conmigo en el paraíso. Ahora están los dos unidos en la angustia y la impotencia, pero Jesús lo acoge como compañero inseparable. Morirán crucificados, pero entrarán juntos en el misterio de Dios.
En medio de la sociedad descreída de nuestros días, no pocos viven desconcertados. No saben si creen o no creen. Casi sin saberlo, llevan en su corazón una fe pequeña y frágil. A veces, sin saber por qué ni cómo, agobiados por el peso de la vida, invocan a Jesús a su manera. “Jesús, acuérdate de mí” y Jesús los escucha: “Tú estarás siempre conmigo”. Dios tiene sus caminos para encontrarse con cada persona y no siempre pasan por donde le indican los teólogos. Lo decisivo es tener un corazón que escucha la propia conciencia.

miércoles, 13 de noviembre de 2013

Tiempo de crisis

33 Tiempo ordinario (C) Lucas 21, 5-19
JOSÉ ANTONIO PAGOLA, lagogalilea@hotmail.com
SAN SEBASTIÁN (GUIPUZCOA).

ECLESALIA13/11/13.- En los evangelios se recogen algunos textos de carácter apocalíptico en los que no es fácil diferenciar el mensaje que puede ser atribuido a Jesús y las preocupaciones de las primeras comunidades cristianas, envueltas en situaciones trágicas mientras esperan con angustia y en medio de persecuciones el final de los tiempos.
Según el relato de Lucas, los tiempos difíciles no han de ser tiempos de lamentos y desaliento. No es tampoco la hora de la resignación o la huida. La idea de Jesús es otra. Precisamente en tiempos de crisis “tendréis ocasión de dar testimonio”. Es entonces cuando se nos ofrece la mejor ocasión de dar testimonio de nuestra adhesión a Jesús y a su proyecto.
Llevamos ya cinco años sufriendo una crisis que está golpeando duramente a muchos. Lo sucedido en este tiempo nos permite conocer ya con realismo el daño social y el sufrimiento que está generando. ¿No ha llegado el momento de plantearnos cómo estamos reaccionando?.
Tal vez, lo primero es revisar nuestra actitud de fondo: ¿Nos hemos posicionado de manera responsable, despertando en nosotros un sentido básico de solidaridad, o estamos viviendo de espaldas a todo lo que puede turbar nuestra tranquilidad?. ¿Qué hacemos desde nuestros grupos y comunidades cristianas?. ¿Nos hemos marcado una línea de actuación generosa, o vivimos celebrando nuestra fe al margen de lo que está sucediendo?.
La crisis está abriendo una fractura social injusta entre quienes podemos vivir sin miedo al futuro y aquéllos que están quedando excluidos de la sociedad y privados de una salida digna. ¿No sentimos la llamada a introducir algunos “recortes” en nuestra vida para poder vivir los próximos años de manera más sobria y solidaria?.
Poco a poco, vamos conociendo más de cerca a quienes se van quedando más indefensos y sin recursos (familias sin ingreso alguno, parados de larga duración, inmigrantes enfermos...). ¿Nos preocupamos de abrir los ojos para ver si podemos comprometernos en aliviar la situación de algunos?. ¿Podemos pensar en alguna iniciativa realista desde las comunidades cristianas?.
No hemos de olvidar que la crisis no sólo crea empobrecimiento material. Genera, además, inseguridad, miedo, impotencia y experiencia de fracaso. Rompe proyectos, hunde familias, destruye la esperanza. ¿No hemos de recuperar la importancia de la ayuda entre familiares, el apoyo entre vecinos, la acogida y el acompañamiento desde la comunidad cristiana...?. Pocas cosas pueden ser más nobles en estos momentos que el aprender a cuidarnos mutuamente.

miércoles, 6 de noviembre de 2013

Decisión de cada uno

32 Tiempo ordinario (C) Lucas 20, 27-38
JOSÉ ANTONIO PAGOLA, lagogalilea@hotmail.com
SAN SEBASTIÁN (GUIPUZCOA).

ECLESALIA06/11/13.- Jesús no se dedicó a hablar mucho de la vida eterna. No pretende engañar a nadie haciendo descripciones fantasiosas de la vida más allá de la muerte. Sin embargo, su vida entera despierta esperanza. Vive aliviando el sufrimiento y liberando del miedo a la gente. Contagia una confianza total en Dios. Su pasión es hacer la vida más humana y dichosa para todos, tal como la quiere el Padre de todos.
Solo cuando un grupo de saduceos se le acerca con la idea de ridiculizar la fe en la resurrección, a Jesús le brota de su corazón creyente la convicción que sostiene y alienta su vida entera: Dios no es un Dios de muertos, sino de vivos, porque para él todos son vivos”.
Su fe es sencilla. Es verdad que nosotros lloramos a nuestros seres queridos porque, al morir, los hemos perdido aquí en la tierra, pero Jesús no puede ni imaginarse que a Dios se le vayan muriendo esos hijos suyos a los que tanto ama. No puede ser. Dios está compartiendo su vida con ellos porque los ha acogido en su amor insondable.
El rasgo más preocupante de nuestro tiempo es la crisis de esperanza. Hemos perdido el horizonte de un Futuro último y las pequeñas esperanzas de esta vida no terminan de consolarnos. Este vacío de esperanza está generando en bastantes la pérdida de confianza en la vida. Nada merece la pena. Es fácil entonces el nihilismo total.
Estos tiempos de desesperanza, ¿no nos están pidiendo a todos, creyentes y no creyentes, hacernos las preguntas más radicales que llevamos dentro?. Ese Dios del que muchos dudan, al que bastantes han abandonado y por el que muchos siguen preguntando, ¿no será el fundamento último en el que podemos apoyar nuestra confianza radical en la vida?. Al final de todos los caminos, en el fondo de todos nuestros anhelos, en el interior de nuestros interrogantes y luchas, ¿no estará Dios como Misterio último de la salvación que andamos buscando?.
La fe se nos está quedando ahí, arrinconada en algún lugar de nuestro interior, como algo poco importante, que no merece la pena cuidar ya en estos tiempos. ¿Será así? Ciertamente no es fácil creer, y es difícil no creer. Mientras tanto, el misterio último de la vida nos está pidiendo una respuesta lúcida y responsable.
Esta respuesta es decisión de cada uno. ¿Quiero borrar de mi vida toda esperanza última más allá de la muerte como una falsa ilusión que no nos ayuda a vivir?. ¿Quiero permanecer abierto al Misterio último de la existencia confiando que ahí encontraremos la respuesta, la acogida y la plenitud que andamos buscando ya desde ahora?.

viernes, 1 de noviembre de 2013

Para Jesús no hay casos perdidos

31 Tiempo ordinario (C) Lucas, 19 1-10
JOSÉ ANTONIO PAGOLA, lagogalilea@hotmail.com
SAN SEBASTIÁN (GUIPUZCOA).

ECLESALIA30/10/13.- Jesús alerta con frecuencia sobre el riesgo de quedar atrapados por la atracción irresistible del dinero. El deseo insaciable de bienestar material puede echar a perder la vida de una persona. No hace falta ser muy rico. Quien vive esclavo del dinero termina encerrado en sí mismo. Los demás no cuentan. Según Jesús, "donde esté vuestro tesoro, allí estará vuestro corazón".
Esta visión del peligro deshumanizador del dinero no es un recurso del Profeta indignado de Galilea. Diferentes estudios analizan el poder del dinero como una fuerza ligada a pulsiones profundas de autoprotección, búsqueda de seguridad y miedo a la caducidad de nuestra existencia.
Sin embargo, para Jesús, la atracción del dinero no es una especie de enfermedad incurable. Es posible liberarse de su esclavitud y empezar una vida más sana. El rico no es “un caso perdido”. Es muy esclarecedor el relato de Lucas sobre el encuentro de Jesús con un hombre rico de Jericó.
Al atravesar la ciudad, Jesús se encuentra con una escena curiosa. Un hombre de pequeña estatura ha subido a una higuera para poder verlo de cerca. No es desconocido. Se trata de un rico, poderoso “jefe de recaudadores”. Para la gente de Jericó, un ser despreciable, un recaudador corrupto y sin escrúpulos como casi todos. Para los sectores religiosos, “un pecador” sin conversión posible, excluido de toda salvación.
Sin embargo, Jesús le hace una propuesta sorprendente: Zaqueo, baja en seguida porque tengo que alojarme en tu casa. Jesús quiere ser acogido en su casa de pecador, en el mundo de dinero y de poder de este hombre despreciado por todos. Zaqueo bajó en seguida y lo recibió con alegría. No tiene miedo de dejar entrar en su vida al Defensor de los pobres.
Lucas no explica lo que sucedió en aquella casa. Sólo dice que el contacto con Jesús transforma radicalmente al rico Zaqueo. Su compromiso es firme. En adelante pensará en los pobres: compartirá con ellos sus bienes. Recordará también a las víctimas de las que ha abusado: les devolverá con creces lo robado. Jesús ha introducido en su vida justicia y amor solidario.
El relato concluye con unas palabras admirables de Jesús: Hoy ha entrado la salvación en esta casa. También este es hijo de Abraham. Porque el Hijo del Hombre ha venido a buscar y salvar lo que estaba perdido. También los ricos se pueden convertir. Con Jesús todo es posible. No lo hemos de olvidar nadie. El ha venido para buscar y salvar lo que nosotros podemos estar echando a perder. Para Jesús no hay casos perdidos.

sábado, 19 de octubre de 2013

¿Seguimos creyendo en la justicia?

29 Tiempo ordinario (C) Lucas, 18, 1-8

JOSÉ ANTONIO PAGOLA, lagogalilea@hotmail.com
SAN SEBASTIÁN (GUIPUZCOA).

ECLESALIA16/10/13.- Lucas narra una breve parábola indicándonos que Jesús la contó para explicar a sus discípulos cómo tenían que orar siempre sin desanimarse. Este tema es muy querido al evangelista que, en varias ocasiones, repite la misma idea. Como es natural, la parábola ha sido leída casi siempre como una invitación a cuidar la perseverancia de nuestra oración a Dios.
Sin embargo, si observamos el contenido del relato y la conclusión del mismo Jesús, vemos que la clave de la parábola es la sed de justicia. Hasta cuatro veces se repite la expresión “hacer justicia”. Más que modelo de oración, la viuda del relato es ejemplo admirable de lucha por la justicia en medio de una sociedad corrupta que abusa de los más débiles.
El primer personaje de la parábola es un juez que “ni teme a Dios ni le importan los hombres”. Es la encarnación exacta de la corrupción que denuncian repetidamente los profetas: los poderosos no temen la justicia de Dios y no respetan la dignidad ni los derechos de los pobres. No son casos aislados. Los profetas denuncian la corrupción del sistema judicial en Israel y la estructura machista de aquella sociedad patriarcal.
El segundo personaje es una viuda indefensa en medio de una sociedad injusta. Por una parte, vive sufriendo los atropellos de un “adversario” más poderoso que ella. Por otra, es víctima de un juez al que no le importa en absoluto su persona ni su sufrimiento. Así viven millones de mujeres de todos los tiempos en la mayoría de los pueblos.
En la conclusión de la parábola, Jesús no habla de la oración. Antes que nada, pide confianza en la justicia de Dios: ¿No hará Dios justicia a sus elegidos que le gritan día y noche?. Estos elegidos no son “los miembros de la Iglesia” sino los pobres de todos los pueblos que claman pidiendo justicia. De ellos es el reino de Dios.
Luego, Jesús hace una pregunta que es todo un desafío para sus discípulos: Cuando venga el Hijo del Hombre, ¿encontrará esta fe en la tierra?”. No está pensando en la fe como adhesión doctrinal, sino en la fe que alienta la actuación de la viuda, modelo de indignación, resistencia activa y coraje para reclamar justicia a los corruptos.
¿Es esta la fe y la oración de los cristianos satisfechos de las sociedades del bienestar?. Seguramente, tiene razón J. B. Metz cuando denuncia que en la espiritualidad cristiana hay demasiados cánticos y pocos gritos de indignación, demasiada complacencia y poca nostalgia de un mundo más humano, demasiado consuelo y poca hambre de justicia. 

lunes, 14 de octubre de 2013

Moderación papal

El por J. I. González Faus

González FausLa historia da a veces unas vueltas increíbles y me temo que dentro de poco vamos a ver a toda la izquierda eclesial gritando “totus tuus”, con el mismo fervor con que en tiempos de Wojtila lo gritaban otros sectores eclesiales. Incluso, a lo mejor, en lugar de “Juan Pablo II te quiere todo el mundo”, ahora se llenan las calles de progres que gritan algo así como “Francisco, Francisco, estás armando un cisco”… Por otro lado, las editoriales están todas convirtiendo al nuevo papa en su quimera del oro, donde va a buscar pingües beneficios, en estos tiempos de crisis y con IVAs del 21%…
Personalmente, y aun comprendiendo el respiro que Francisco puede haber significado para muchos miembros del pueblo de Dios, me sentiría más cómodo si las temperaturas papales se templan un poco. En primer lugar por aquello de que “hay amores que matan” y no creo que esos fervores le hagan bien al mismo papa. Y luego porque nunca está excluido del todo el título de aquella película: “Más dura será la caída”.
Dejemos a Francisco ser hombre. No lo mitifiquemos demasiado porque entonces caeremos en la tentación de poner en primer lugar mi propia ilusión particular y creer que la Iglesia se habrá renovado si se cumple lo que yo deseo: el teólogo condenado que le reivindique el papa; el cura casado que se suprima el celibato; la monja impaciente que se le conceda el ministerio… Y más de dos de nosotros caer en la tentación de no saber perdonar, y disfrutar poniendo en la picota a cuantos nos maltrataron queriendo o sin querer. Mal camino.
Dejemos a Francisco ser humano. De momento hay algo muy de agradecer: sus primeros seis meses se parecen al título de la primera obra de Urs von Balthasar que se llamaba “Schleifung der Bastionen” (Derribo de los bastiones) cuando Balthasar era un teólogo joven, mucho más abierto de lo que fue después.Francisco ha sabido derribar discretamente una serie de trincheras y muros de contención que le han ganado el cariño de un pueblo de Dios que se ahogaba en las paredes eclesiales. Pero le están ganando también la hostilidad de sectores eclesiásticos que, como Caifás, temen ahora que vengan los romanos “y se hagan con nuestro lugar y nuestra casa”, aunque de momento no parecen saber cómo reaccionar.
No lo va a tener fácil, y sería importante que nosotros no le compliquemos más las cosas con nuestra impaciencias radicales. Ahora que está vivo el aniversario del 11 S en Chile, puede ser bueno recordar que a Allende le complicaron las cosas tanto las derechas intolerantes como los radicalismos del MIR que creían llegada la hora de pedir la luna, o cada uno su luna.
No lo conozco personalmente, pero no me da la sensación de que el hermano Francisco tenga una teología de primera línea. Sí que me parece que tiene una experiencia evangélica muy profunda, que hasta casi aventuraría uno que es fruto de alguna conversión o alguna gracia especial, dada la tranquila seguridad con que se mueve en ella.
Las cosas de palacio van despacio y las de la Iglesia –purtroppo magari– suelen ir más despacio. A Francisco no pueden quedarle demasiados años para la inmensa tarea que tiene por delante. Si de momento la Iglesia se orientara a ser de veras iglesia “de los pobres” de un modo decisivo y sin retorno y si, además, el buen estratega que parece ser Francisco consiguiera una profunda y radical reforma de la Curia romana, ya habría para entonar varios Tedeums. Y lo que creo que todos deberíamos intentar es colaborar al máximo en esta dirección sin querer marcar cada uno la agenda papal. Muchos deseos personales habrán de esperar. Pero recordemos que es propio de casi todos los Moisés, atisbar la tierra prometida sin llegar a entrar en ella…
Recordemos el sabio refrán: el bien no hace ruido y el ruido no hace bien. Temo sinceramente que Francisco esté haciendo (o mejor: le estemos haciendo hacer) demasiado ruido.
J.I. González-Faus
Jesuita. Miembro del Área Teológica de Cristianisme i Justícia. Entre sus obras, cabe mencionar La Humanidad nueva. Ensayo de cristología (1975), Acceso a Jesús (1979), Proyecto de hermano. Visión creyente del hombre (1989) o Vicarios de Cristo: los pobres en la teología y espiritualidad cristianas (2004). Sus últimos libros son El rostro humano de DiosOtro mundo es posible… desde Jesús y El amor en tiempos de cólera… económica. Escribe habitualmente en el diario La Vanguardia. Autor de de numerosos cuadernos de Cristianisme i Justícia.
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Considero este comentario de González Faus no sólo muy bueno sino necesario también.
Ponemos en la picota siempre a los obispos, al papa y a los curas y confundimos a la Iglesia con esa pequeña parte de la Iglesia"; es necesario insistir siempre en que eso es un error y por varias razones:
  1. Nos lleva  a descargar en ellos la responsabilidad que en realidad es de TODA LA IGLESIA.
  2. Nos lleva a ignorar que ellos son tan humanos como  nosotros: se  pueden equivocar como nosotros,... pero les juzgamos y condenamos como si tuvieran la obligación de ser perfectos.
  3. En realidad, ¿no estaremos haciendo eso para escudarnos en sus errores e incoherencias y a la postre lo que hacemos es mostrar nuestra incoherencia con nuestra fe?.
  4. Incurrimos en los mismos errores de los escribas y fariseos intolerantes: que exigimos todo a los demás, ignoramos la humildad que debiéramos practicar y el  compromiso efectivo que no acabamos de asumir.
José Ignacio lo dice explícitamente del papa Francisco; creo que pone las cosas en su sitio y nos hace una clarísima llamada A TODOS Y TODAS para que dejemos de mirar tanto a determinadas personas y empecemos a mirarnos a nosotros mismos y a la parte que nos toca.

miércoles, 9 de octubre de 2013

Creer sin agradecer

28 Tiempo ordinario (C) Lucas, 17, 11-19
JOSÉ ANTONIO PAGOLA, lagogalilea@hotmail.com
SAN SEBASTIÁN (GUIPUZCOA).

ECLESALIA, 09/10/13.- El relato comienza narrando la curación de un grupo de diez leprosos en las cercanías de Samaría. Pero, esta vez, no se detiene Lucas en los detalles de la curación, sino en la reacción de uno de los leprosos al verse curado. El evangelista describe cuidadosamente todos sus pasos, pues quiere sacudir la fe rutinaria de no pocos cristianos.
Jesús ha pedido a los leprosos que se presenten a los sacerdotes para obtener la autorización que los permita integrarse en la sociedad. Pero uno de ellos, de origen samaritano, al ver que está curado, en vez de ir a los sacerdotes, se vuelve para buscar a Jesús. Siente que para él comienza una vida nueva. En adelante, todo será diferente: podrá vivir de manera más digna y dichosa. Sabe a quién se lo debe. Necesita encontrarse con Jesús.
Vuelve alabando a Dios a grandes gritos. Sabe que la fuerza salvadora de Jesús solo puede tener su origen en Dios. Ahora siente algo nuevo por ese Padre Bueno del que habla Jesús. No lo olvidará jamás. En adelante vivirá dando gracias a Dios. Lo alabará gritando con todas sus fuerzas. Todos han de saber que se siente amado por él.
Al encontrarse con Jesús, “se echa a sus pies dándole gracias”. Sus compañeros han seguido su camino para encontrarse con los sacerdotes, pero él sabe que Jesús es su único Salvador. Por eso está aquí junto a él dándole gracias. En Jesús ha encontrado el mejor regalo de Dios.
Al concluir el relato, Jesús toma la palabra y hace tres preguntas expresando su sorpresa y tristeza ante lo ocurrido. No están dirigidas al samaritano que tiene a sus pies. Recogen el mensaje que Lucas quiere que se escuche en las comunidades cristianas.
“¿No han quedado limpios los diez?”.¿No se han curado todos?. ¿Por qué no reconocen lo que han recibido de Jesús?. Los otros nueve, ¿dónde están?. ¿Por qué no están allí?. ¿Por qué hay tantos cristianos que viven sin dar gracias a Dios casi nunca?. ¿Por qué no sienten un agradecimiento especial hacia Jesús?. ¿No lo conocen?. ¿No significa nada nuevo para ellos?.
¿No ha vuelto más que este extranjero para dar gloria a Dios?. ¿Por qué hay personas alejadas de la práctica religiosa que sienten verdadera admiración y agradecimiento hacia Jesús, mientras algunos cristianos no sienten nada especial por él?. Benedicto XVI advertía hace unos años que un agnóstico en búsqueda puede estar más cerca de Dios que un cristiano rutinario que lo es sólo por tradición o herencia. Una fe que no genera en los creyentes alegría y agradecimiento es una fe enferma.

jueves, 3 de octubre de 2013

¿Somos creyentes?

27 Tiempo ordinario (C) Lucas 17, 5-10

JOSÉ ANTONIO PAGOLA, lagogalilea@hotmail.com
SAN SEBASTIÁN (GUIPUZCOA).

ECLESALIA, 02/10/13.- Jesús les había repetido en diversas ocasiones: “¡Qué pequeña es vuestra fe!”. Los discípulos no protestan. Saben que tiene razón. Llevan bastante tiempo junto a él. Lo ven entregado totalmente al Proyecto de Dios; solo piensa en hacer el bien; solo vive para hacer la vida de todos más digna y más humana. ¿Lo podrán seguir hasta el final?.
Según Lucas, en un momento determinado, los discípulos le dicen a Jesús: “Auméntanos la fe. Sienten que su fe es pequeña y débil. Necesitan confiar más en Dios y creer más en Jesús. No le entienden muy bien, pero no le discuten. Hacen justamente lo más importante: pedirle ayuda para que haga crecer su fe.
La crisis religiosa de nuestros días no respeta ni si quiera a los practicantes. Nosotros hablamos de creyentes y no creyentes, como si fueran dos grupos bien definidos: unos tienen fe, otros no. En realidad, no es así. Casi siempre, en el corazón humano hay, a la vez, un creyente y un no creyente. Por eso, también los que nos llamamos “cristianos” nos hemos de preguntar: ¿Somos realmente creyentes?. ¿Quién es Dios para nosotros?. ¿Lo amamos?. ¿Es él quien dirige nuestra vida?.
La fe puede debilitarse en nosotros sin que nunca nos haya asaltado una duda. Si no la cuidamos, puede irse diluyendo poco a poco en nuestro interior para quedar reducida sencillamente a una costumbre que no nos atrevemos a abandonar por si acaso. Distraídos por mil cosas, ya no acertamos a comunicarnos con Dios. Vivimos prácticamente sin él.
¿Qué podemos hacer?. En realidad, no se necesitan grandes cosas. Es inútil que nos hagamos propósitos extraordinarios pues seguramente no los vamos a cumplir. Lo primero es rezar como aquel desconocido que un día se acercó a Jesús y le dijo: “Creo, Señor, pero ven en ayuda de mi incredulidad”. Es bueno repetirlas con corazón sencillo.
Dios nos entiende. El despertará nuestra fe.
No hemos de hablar con Dios como si estuviera fuera de nosotros. Está dentro. Lo mejor es cerrar los ojos y quedarnos en silencio para sentir y acoger su Presencia. Tampoco nos hemos de entretener en pensar en él, como si estuviera solo en nuestra cabeza. Está en lo íntimo de nuestro ser. Lo hemos de buscar en nuestro corazón.
Lo importante es insistir hasta tener una primera experiencia, aunque sea pobre, aunque solo dure unos instantes. Si un día percibimos que no estamos solos en la vida, si captamos que somos amados por Dios sin merecerlo, todo cambiará. No importa que hayamos vivido olvidados de él. Creer en Dios, es, antes que nada, confiar en el amor que nos tiene.

lunes, 30 de septiembre de 2013

Acompañar más que condenar

Francisco apuesta por una "teología profunda de la mujer" y a acompañar más que condenar.
Jueves, 19 de septiembre del 2013 - 18:56h.


EUROPA PRESS / Roma
El papa Francisco considera que la Iglesia tiene el desafío de reflexionar sobre el "puesto específico" de la mujer en la Iglesia de forma que también esté "allí donde se ejercita la autoridad en los diferentes ámbitos de la Iglesia".  Y al mismo tiempo invita a la Iglesia a no hablar tanto del aborto, el matrimonio homosexual o el uso de anticonceptivos.

Francisco recuerda que cuando era superior en la Compañía de Jesús en Buenos Aires a los 36 años tomaba sus decisiones de manera "brusca y personalista". Entonces, según cuenta, su forma "autoritaria y rápida" de tomar decisiones le llevaron a tener problemas serios y a ser acusado de ultraconservador cuando, en realidad, "jamás" ha sido "de derechas".
Así lo indica en una entrevista publicada este jueves por dieciséis revistas de cultura de la Compañía de Jesús y realizada por el director de La Civiltà Cattolica, el jesuita italiano Antonio Spadaro, que recoge un diálogo de más de seis horas que se desarrolló a lo largo de tres sesiones los días 19, 23 y 29 de agosto. En España, la revista Razón y Fe es la encargada de publicarla.
Así, preguntado por el papel de la mujer en la Iglesia, el Papa Francisco apuesta por trabajar más hasta elaborar "una teología profunda de la mujer" y por que "el genio femenino esté en los lugares donde se toman las decisiones importantes". Así, subraya que "no hay que confundir la función con la dignidad" pues María, una mujer, es "más importante que los obispos". En este sentido, añade que es necesario "ampliar los espacios para una presencia femenina más incisiva en la Iglesia", critica los discursos que "a menudo se inspiran en una ideología machista" y dice temer "la solución del machismo con faldas, porque la mujer tiene una estructura diferente del varón".

Curar a las personas.
Por otro lado, el Papa también declara que es necesario que la Iglesia acompañe a las personas con misericordia independientemente de su condición. "No podemos seguir insistiendo solo en cuestiones referentes al aborto, al matrimonio homosexual o al uso de anticonceptivos. Es imposible. Yo he hablado mucho de estas cuestiones y he recibido reproches por ello. Pero si se habla de estas cosas hay que hacerlo en un contexto. Por lo demás, ya conocemos la opinión de la Iglesia y yo soy hijo de la Iglesia, pero no es necesario estar hablando de estas cosas sin cesar", apunta.
Además, apunta que "urge" que los sacerdotes "curen" con su predicación "todo tipo de herida y cualquier enfermedad" en lugar de dejarse envolver en pequeñas cosas, en pequeños preceptos. Así, recuerda que en Buenos Aires recibía cartas de personas homosexuales, "verdaderos heridos sociales" que le decían que "sienten que la Iglesia siempre les ha condenado" cuando, según explica Francisco, "la Iglesia no quiere hacer eso".
"Una vez una persona, para provocarme, me preguntó si yo aprobaba la homosexualidad. Yo entonces le respondí con otra pregunta: 'Dime, Dios, cuando mira a una persona homosexual, ¿Aprueba su existencia con afecto o la rechaza y la condena?'. Hay que tener siempre en cuenta a la persona. Es nuestro deber acompañarlas a partir de su condición", remarca, al tiempo que añade que el confesionario "no es una sala de tortura".

"Un nuevo equilibrio".
En cualquier caso, el Pontífice defiende que la religión tiene derecho de expresar sus propias opiniones al servicio de las personas, pero que, como Dios en la creación ha hecho libres a los hombres, "no es posible una injerencia espiritual en la vida personal".  Ante esta situación, Francisco ve necesario que el anuncio misionero se concentre en "lo esencial", que sea más sencillo, profundo e "irradiante" para encontrar "un nuevo equilibrio" pues "de otra manera el edificio moral de la Iglesia corre peligro de caer como un castillo de naipes, de perder la frescura y el perfume del Evangelio". 
Por ello, considera que las reformas organizativas y estructurales son "secundarias", es decir, que deben llegar tras la reforma de "las actitudes" porque, a su juicio, "el pueblo de Dios necesita pastores y no funcionarios clérigos de despacho".
En cuanto a su modo de gobernar, el Papa asegura que utiliza el discernimiento para tomar decisiones, incluso aquéllas que afectan a su vida más cotidiana, como el usar un coche modesto. "Son muchos, por poner un ejemplo, los que creen que los cambios y las reformas pueden llegar en un tiempo breve. Yo soy de la opinión de que se necesita tiempo para poner las bases de un cambio verdadero y eficaz", apunta.
Además, en este discernimiento, cree que ayuda el diálogo y las consultas, por ejemplo, en los consistorios y los sínodos que, a su parecer, hace falta que tengan una forma "menos rígida" para poder realizar consultas "reales, no formales". Concretamente, se refiere al comité de ocho cardenales que le asesorarán en el gobierno de la Iglesia y revela que su creación no fue solo fruto de su decisión sino de los cardenales.

No ser autoritario.
No obstante, Francisco admite que no siempre ha sido así y que ha aprendido de sus errores. Así, recuerda que cuando era superior en la Compañía de Jesús en Buenos Aires a los 36 años tomaba sus decisiones de manera "brusca y personalista". Entonces, según cuenta, su forma "autoritaria y rápida" de tomar decisiones le llevaron a tener problemas serios y a ser acusado de ultraconservador cuando, en realidad, "jamás" ha sido "de derechas".
Concretamente, sobre los dicasterios romanos, remarca que están al servicio del Papa y de los obispos y que tienen que ayudar a las Iglesias particulares. No obstante, advierte de que, en algunos casos, "cuando no son bien entendidos, corren peligro de convertirse en organismos de censura". De hecho, apunta que "impresiona ver las denuncias de falta de ortodoxia que llegan a Roma".
En la entrevista, Francisco se confiesa un apasionado de Dostoyevsky, Hölderlin, Caravaggio y Mozart, se define como un "indisciplinado nato" y revela que a veces se duerme durante la oración vespertina, su preferida. El Papa también aborda el tema del Concilio Vaticano II para concretar que hay líneas de "continuidad y de discontinuidad" pero que "la dinámica de lectura del Evangelio actualizada para hoy, propia del Concilio, es absolutamente irreversible".

Para ver estas manifestaciones en el contexto de la entrevista firmada por el jesuíta Antonio Spadaro, director de la publiccación  "La Civiltá Cattolica" pinchen sobre el siguiente enlace-web: http://www.razonyfe.org/images/stories/Entrevista_al_papa_Francisco.pdf