viernes, 25 de febrero de 2011

Reciclando la CRISIS

Santa Cruz de Tenerife, febrero de 2011
A/A   Agentes de Pastoral, Delegaciones Diocesanas, ONG’s y a todas las personas inquietas por el tema…
Estimado/a  amigo/a:
Quiero compartir con todas las personas cercanas, inquietas y comprometidas con nuestros objetivos, el gozo de que “JUSTICIA Y PAZ”  lleve 10 años de andadura en nuestra Diócesis de Tenerife, desde su creación, por el entonces Obispo, D. Felipe Fernández García, para llevar a efecto una de las conclusiones del I Sínodo Diocesano “…para la defensa y promoción de los derechos humanos, la justicia, la paz y del cuidado de la Naturaleza”. (CS nº 389)
Además, deseo informarles que la Comisión General de  Justicia y Paz de España decidió celebrar sus Jornadas Anuales de este año 2011 en Tenerife. Dentro de su plan trienal de estudio  y compromiso ante la crisis, corresponde ahora el apartado “CRISIS Y MEDIO AMBIENTE”.
Ante la situación que estamos viviendo, tanto en nuestras Islas como en toda  España y a nivel mundial, nos parece que es un tema que nos afecta a todos, personas y pueblos, y nos exige pararnos, reflexionar, buscar alternativas y  nuevos compromisos, desde las cosas pequeñas de cada día hasta el cambio más global de comportamientos  estructurales, para no destruir la Madre Tierra que hemos recibido como regalo.   
Adjuntamos el Programa y la ficha de inscripción para estas Jornadas que tendrán lugar en el Colegio de San Ildefonso de Santa Cruz de Tenerife, los días 1 y 2 del próximo mes de abril. Aunque  hemos decidido que estas Jornadas sean abiertas y gratuitas, necesitamos la inscripción previa, con el fin de facilitar su organización.
Esperamos que cada uno y cada una se sienta invitado/a  personalmente a participar en las mismas y a difundirlas entre sus conocidos interesados por el tema. ¡Muchas gracias por esta colaboración!
En nuestra Sede, a través de nuestros teléfonos o por correo electrónico, pueden recibir otras informaciones que necesiten al respecto.
Esperando vernos pronto, un saludo cordial y fraterno. 

Presidenta JP Tenerife
 Carmen Luisa González Expósito

Para ver todos los detalles de estas jornadas y optar a participar activamente de las mismas, abrir los  siguientes enlaces-web:

miércoles, 23 de febrero de 2011

Lo primero: El Reino de Dios

JOSÉ ANTONIO PAGOLA, vgentza@euskalnet.net
ECLESALIA, 23/02/11.- Mateo 6, 24-34
«Sobre todo, buscad el reino de Dios y su justicia; lo demás se os dará por añadidura». Las palabras de Jesús no pueden ser más claras. Lo primero que hemos de buscar sus seguidores es "el reino de Dios y su justicia"; lo demás viene después. ¿Vivimos los cristianos de hoy volcados en construir un mundo más humano, tal como lo quiere Dios, o estamos gastando nuestras energías en cosas secundarias y accidentales?
No es una pregunta más. Es decisivo saber si estamos siendo fieles al objetivo prioritario marcado por Jesús, o estamos desarrollando una religiosidad que nos está desviando de la pasión que llevaba él en su corazón. ¿No hemos de corregir la dirección y centrar nuestro cristianismo con más fidelidad en el proyecto del reino de Dios?
La actitud de Jesús es diáfana. Basta leer los evangelios. Al mismo tiempo que vive en medio de la gente trabajando por una Galilea más sana, más justa y fraterna, más atenta a los últimos y más acogedora a los excluidos, no duda en criticar una religión que observa el sábado y cuida el culto mientras olvida que Dios quiere misericordia antes que sacrificios.
El cristianismo no es una religión más, que ofrece unos servicios para responder a la necesidad de Dios que tiene el ser humano. Es una religión profética nacida de Jesús para humanizar la vida según el proyecto de Dios. Podemos "funcionar" como comunidades religiosas reunidas en torno al culto, pero si no contagiamos compasión ni exigimos justicia, si no defendemos a los olvidados ni atendemos a los últimos, ¿dónde queda el proyecto que animó la vida entera de Jesús?.
Tal vez, la manera más práctica de reorientar nuestras comunidades hacia el reino de Dios y su justicia es comenzar por cuidar más la acogida. No se trata de descuidar la celebración cultual, sino de desarrollar mucho más la acogida, la escucha y el acompañamiento a la gente en sus penas, trabajos y esperanzas. Compartir el sufrimiento de las personas nos puede ayudar a comprender mejor nuestro objetivo: contribuir desde el Evangelio a un mundo más humano.
En su primera encíclica, Juan Pablo II, recogiendo una idea importante del Concilio Vaticano II, nos recordó a los cristianos cómo hemos de entender la Iglesia. Lo hizo de manera clara: "La Iglesia no es ella misma su propio fin, pues está orientada al reino de Dios del cual es germen, signo e instrumento". Lo primero no es la Iglesia, sino el reino de Dios. Si queremos una Iglesia más evangélica es porque buscamos contribuir desde ella a buscar un mundo más humano.

lunes, 21 de febrero de 2011

Don Samuel Ruiz: En el corazón del pueblo indígena.

Gustavo Gutiérrez, PERÚ.

ECLESALIA, 21/02/11.- A los 86 años nos ha dejado Mons. Samuel Ruiz García, obispo que fue de Chiapas (México), sucesor –varios siglos después– de Bartolomé de Las Casas, cuyo testimonio y defensa de los habitantes originarios de estas tierras constituyeron para él una fuente de inspiración.
En abril de 1968 tuvo lugar en Melgar (Colombia) una reunión sobre la tarea misionera de la Iglesia; era un jalón en la ruta hacia la Conferencia de Medellín (agosto-septiembre, 1968). El encuentro fue organizado por el Departamento de Misiones del CELAM, presidido por Mons. Gerardo Valencia (pastor de una diócesis –Buenaventura, Colombia– con una amplia población afro-descendiente).

La mayor parte de los participantes de esa reunión misionera estuvo en Medellín y contribuyó a que la Conferencia recogiera muchas intuiciones de las conclusiones de Melgar. Samuel tuvo una ponencia al inicio de la Conferencia de Medellín en la que insistió en una de ellas. Pidió “una especial consideración sobre la situación de los indígenas en el continente latinoamericano”, y advirtió que de no ser así “seguirán acumulándose los siglos sobre este vergonzoso problema que bien pudiera llamarse el fracaso metodológico de la acción evangelizadora de la Iglesia de América Latina”.
Samuel enfrentó con tesón y creatividad la situación que denunciaba en ese cónclave continental. Más de 45 años de su vida fueron consagrados a la variada y numerosa población indígena de su diócesis. Lo hizo con cercanía y amistad, comprendiendo y valorando sus culturas, aprendiendo sus lenguas, defendiendo sus derechos, proponiendo un Evangelio de amor y justicia, ordenando indígenas como diáconos casados para servir a sus pueblos, sensible al sufrimiento de pueblos secularmente maltratados y marginados. Para todo ello, trabajó siempre en equipo, supo rodearse de laicos, religiosas y sacerdotes con quienes estudiaba la realidad humana y social en la que se encontraban y evaluaba en reuniones diocesanas los proyectos pastorales que compartían. Se trata sin duda de una de las experiencias pastorales más ricas que se hayan hecho en el continente en este terreno.

Hoy, sin embargo, la solidaridad con los pobres e insignificantes no puede limitarse a la, siempre necesaria, ayuda inmediata; debe, asimismo, señalar y denunciar las causas de la situación en que viven. Lo planteó Medellín con firmeza y Samuel no temió hacerlo. Y como ha ocurrido tantas veces, entre nosotros, eso le granjeó incomprensiones, hostilidad y, por momentos, maltrato. Pese a lo doloroso de esa situación, Samuel la vivió como testigo de la paz, pero con la convicción de que ella no puede establecerse sino sobre la justicia social, el respeto a los derechos humanos y la igualdad en la diversidad.
En 1979, Samuel convocó en Chiapas, en coherencia con sus opciones y preocupaciones, a un encuentro sobre ‘Movimientos indígenas y teología de la liberación’. Concurrieron líderes indígenas, obispos, agentes pastorales, teólogos de diferentes países del continente y de diferentes regiones de México, la reunión comenzó con informes sobre la situación social y pastoral de cada lugar. A ello siguió una interesante reflexión teológica sobre un tema cada vez más presente, los años lo habían hecho madurar, pero no dejaban de ser primeros pasos en un asunto de gran importancia.
Si bien la dedicación mayor de Samuel era su zona y los pueblos que con afecto y aprecio lo llamaban jTatic (padre, anciano), su labor se extendió a su país e, incluso más allá de él. Lo prueba su generosa acogida, en Chiapas, a los refugiados guatemaltecos que dejaban atrás una situación de abusos y muerte, así como, una vez obispo emérito, en tanto miembro activo y representativo de asociaciones de solidaridad internacional y defensa de los derechos humanos, especialmente en América Central. Agreguemos el papel que jugó, comprometido con la justicia como fundamento de la paz –mediación no siempre bien comprendida por todos– en el difícil momento del levantamiento del Ejército zapatista de liberación nacional.
Don Samuel era un hombre libre, de una profunda libertad evangélica. En su funeral, otro gran pastor, Mons, Raúl Vera, decía de él: “Con toda verdad vemos que hasta el final de su vida se conservó como un auténtico hijo de Dios por su trabajo por la paz, que nace de la justicia y del amor”.

miércoles, 16 de febrero de 2011

Amar a quien nos hace daño

JOSÉ ANTONIO PAGOLA, vgentza@euskalnet.net SAN SEBASTIÁN (GUIPUZCOA).

ECLESALIA, 16/02/11.-
La llamada a amar es seductora. Seguramente, muchos escuchaban con agrado la invitación de Jesús a vivir en una actitud abierta de amistad y generosidad hacia todos. Lo que menos se podían esperar era oírle hablar de amor a los enemigos.
Sólo un loco les podía decir con aquella convicción algo tan absurdo e impensable: «Amad a vuestros enemigos, rezad por los que os persiguen, perdonad setenta veces siete... » ¿Sabe Jesús lo que está diciendo? ¿Es eso lo que quiere Dios?
Los oyentes le escuchaban escandalizados. ¿Se olvida Jesús de que su pueblo vive sometido a Roma? ¿Ha olvidado los estragos cometidos por sus legiones? ¿No conoce la explotación de los campesinos de Galilea, indefensos ante los abusos de los poderosos terratenientes? ¿Cómo puede hablar de perdón a los enemigos, si todo les está invitando al odio y la venganza?
Jesús no les habla arbitrariamente. Su invitación nace de su experiencia de Dios. El Padre de todos no es violento sino compasivo. No busca la venganza ni conoce el odio. Su amor es incondicional hacia todos: «El hace salir su sol sobre buenos y malos, manda la lluvia a justos e injustos». No discrimina a nadie. No ama sólo a quienes le son fieles. Su amor está abierto a todos.
Este Dios que no excluye a nadie de su amor nos ha de atraer a vivir como él. Esta es en síntesis la llamada de Jesús. "Pareceos a Dios. No seáis enemigos de nadie, ni siquiera de quienes son vuestros enemigos. Amadlos para que seáis dignos de vuestro Padre del cielo".
Jesús no está pensando en que los queramos con el afecto y el cariño que sentimos hacia nuestros seres más queridos. Amar al enemigo es, sencillamente, no vengarnos, no hacerle daño, no desearle el mal. Pensar, más bien, en lo que puede ser bueno para él. Tratarlo como quisiéramos que nos trataran a nosotros.
¿Es posible amar al enemigo? Jesús no está imponiendo una ley universal. Está invitando a sus seguidores a parecernos a Dios para ir haciendo desaparecer el odio y la enemistad entre sus hijos. Sólo quien vive tratando de identificarse con Jesús llega a amar a quienes le quieren mal.
Atraídos por él, aprendemos a no alimentar el odio contra nadie, a superar el resentimiento, a hacer el bien a todos. Jesús nos invita a «rezar por los que nos persiguen», seguramente, para ir transformando poco a poco nuestro corazón. Amar a quien nos hace daño no es fácil, pero es lo que mejor nos identifica con aquél que murió rezando por quienes lo estaban crucificando: "Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen".