jueves, 26 de julio de 2018

Nuestro gran pecado


Jn. 6,1-15 (Para el domingo 29 de julio de 2018).

El episodio de la multiplicación de los panes gozó de gran popularidad entre los seguidores de Jesús. Todos los evangelistas lo recuerdan. Seguramente, les conmovía pensar que aquel hombre de Dios se había preocupado de alimentar a una muchedumbre que se había quedado sin lo necesario para comer.

Según la versión de Juan, el primero que piensa en el hambre de aquel gentío que ha acudido a escucharlo es Jesús. Esta gente necesita comer; hay que hacer algo por ellos. Así era Jesús. Vivía pensando en las necesidades básicas del ser humano.

Felipe le hace ver que no tienen dinero. Entre los discípulos, todos son pobres: no pueden comprar pan para tantos. Jesús lo sabe. Los que tienen dinero no resolverán nunca el problema del hambre en el mundo. Se necesita algo más que dinero.

Jesús les va a ayudar a vislumbrar un camino diferente. Antes que nada, es necesario que nadie acapare lo suyo para sí mismo si hay otros que pasan hambre. Sus discípulos tendrán que aprender a poner a disposición de los hambrientos lo que tengan, aunque solo sea «cinco panes de cebada y un par de peces».

La actitud de Jesús es la más sencilla y humana que podemos imaginar. Pero, ¿quién nos va enseñar a nosotros a compartir, si sólo sabemos comprar?. ¿Quién nos va a liberar de nuestra indiferencia ante los que mueren de hambre?. ¿Hay algo que nos pueda hacer más humanos?. ¿Se producirá algún día ese «milagro» de la solidaridad real entre todos?.

Jesús piensa en Dios. No es posible creer en él como Padre de todos, y vivir dejando que sus hijos e hijas mueran de hambre. Por eso, toma los alimentos que han recogido en el grupo, «levanta los ojos al cielo y dice la acción de gracias». La Tierra y todo lo que nos alimenta lo hemos recibido de Dios. Es regalo del Padre destinado a todos sus hijos e hijas.
Si vivimos privando a otros de lo que necesitan para vivir es que lo hemos olvidado. Es nuestro gran pecado aunque casi nunca lo confesemos.

Al compartir el pan de la eucaristía, los primeros cristianos se sentían alimentados por Cristo resucitado, pero, al mismo tiempo, recordaban el gesto de Jesús y compartían sus bienes con los más necesitados. Se sentían hermanos. No habían olvidado todavía el Espíritu de Jesús.

José Antonio Pagola

jueves, 19 de julio de 2018

Anunciar a un Dios amigo


Mc. 6, 30-34 (Para el domingo 22 de julio de 2018).

Este Jesús, amigo de todos, sembrador de amistad, creador de comunión amistosa con sus discípulos, es encarnación del cariño y la amistad de Dios hacia todos. En Jesucristo, la relación entre Dios y los hombres queda definida y configurada por el amor.
Esta es la realidad más profunda de nuestro ser: nacemos, crecemos y vivimos envueltos en la amistad de Dios.«Permanecer en Cristo» es permanecer en el amor, vivir en la esfera del amor de Dios.

Nuestro mundo no es un mundo amistoso. Además del odio, la violencia y el mutuo enfrentamiento está la falta de amistad. Son muchas las personas que no conocen una mano amiga. Hombres y mujeres que no tienen sitio en el corazón de nadie. Gentes que sufren la soledad, el aislamiento o la inseguridad. Personas a las que nadie escucha, nadie besa ni acaricia, nadie espera en ninguna parte.

Los cristianos sólo podremos anunciar a Dios como Buena Noticia si sabemos introducir su amistad y bendición en este mundo a veces tan inhóspito. No todos pueden ofrecer amistad. Sólo quien se experimenta amado es capaz de amar. Por eso, esta puede ser hoy una de las claves de nuestra acción evangelizadora: acoger la amistad de Dios, disfrutarla y celebrarla en nuestras comunidades, para poder anunciarla y comunicarla incluso a los más olvidados y abandonados.

José Antonio Pagola

jueves, 12 de julio de 2018

Para un examen colectivo


Mc. 6, 7-13. (Para el domingo 15 de julio de 2018).(https://www.dominicos.org/predicacion/homilia/15-7-2018/lecturas/)

Jesús no envía a sus discípulos de cualquier manera. Para colaborar en su proyecto del reino de Dios y prolongar su misión es necesario cuidar un estilo de vida. Si no es así, podrán hacer muchas cosas, pero no introducirán en el mundo su espíritu. Marcos nos recuerda algunas recomendaciones de Jesús. Destacamos algunas.

En primer lugar, ¿quiénes son ellos para actuar en nombre de Jesús?. ¿Cuál es su autoridad?. Según Marcos, al enviarlos, Jesús «les da autoridad sobre los espíritus inmundos».
No les da poder sobre las personas que irán encontrando en su camino. Tampoco él ha utilizado su poder para gobernar sino para curar.

Como siempre, Jesús está pensando en un mundo más sano, liberado de las fuerzas malignas que esclavizan y deshumanizan al ser humano. Sus discípulos introducirán entre las gentes su fuerza sanadora. Se abrirán paso en la sociedad, no utilizando un poder sobres las personas, sino humanizando la vida, aliviando el sufrimiento de las gentes, haciendo crecer la libertad y la fraternidad.

Llevarán solo «bastón» y «sandalias». Jesús los imagina como caminantes. Nunca instalados. Siempre de camino. No atados a nada ni a nadie. Solo con lo imprescindible. Con esa agilidad que tenía Jesús para hacerse presente allí donde alguien lo necesitaba. El báculo de Jesús no es para mandar, sino para caminar.

No llevarán «ni pan, ni alforja, ni dinero». No han de vivir obsesionados por su propia seguridad. Llevan consigo algo más importante: el Espíritu de Jesús, su Palabra y su Autoridad para humanizar la vida de las gentes. Curiosamente, Jesús no está pensando en lo que han de llevar para ser eficaces, sino en lo que no han de llevar. No sea que un día se olviden de los pobres y vivan encerrados en su propio bienestar.

Tampoco llevarán «túnica de repuesto». Vestirán con la sencillez de los pobres. No llevarán vestiduras sagradas como los sacerdotes del Templo. Tampoco vestirán como el Bautista en la soledad del desierto. Serán profetas en medio de la gente. Su vida será signo de la cercanía de Dios a todos, sobre todo, a los más necesitados.

¿Nos atreveremos algún día a hacer en el seno de la Iglesia un examen colectivo para dejarnos iluminar por Jesús y ver cómo nos hemos ido alejando sin darnos casi cuenta de su espíritu?.