jueves, 30 de enero de 2025

Nadie está solo

4 Tiempo ordinario – C (Lucas 4,21-30)
Evangelio del 2 / Feb / 2025
Lecturas: https://www.ciudadredonda.org/events/lecturas-del-la-presentacion-del-senor-2_2025-02-02/?occurrence=2025-02-02&nskip=56142

Todavía hoy se da entre los cristianos un cierto «elitismo religioso» que es indigno de un Dios que es amor infinito. Hay quienes piensan que Dios es un Padre extraño que, aunque tiene millones y millones de hijos e hijas que van naciendo generación tras generación, en realidad solo se preocupa de verdad de sus «preferidos». Dios siempre actúa así: escoge un «pueblo elegido», sea el pueblo de Israel o la Iglesia, y se vuelca totalmente en él, dejando a los demás pueblos y religiones en un cierto abandono.

Más aún. Se ha afirmado con toda tranquilidad que «fuera de la Iglesia no hay salvación», citando frases como la tan conocida de san Cipriano, que, sacada de su contexto, resulta escalofriante: «No puede tener a Dios por Padre el que no tiene a la Iglesia por Madre».

Es cierto que el Concilio Vaticano II ha superado esta visión indigna de Dios afirmando que «él no está lejos de quienes buscan, entre sombras e imágenes, al Dios desconocido, puesto que todos reciben de él la vida, la inspiración y todas las cosas, y el Salvador quiere que todos los hombres se salven» (Lumen gentium 16), pero una cosa son estas afirmaciones conciliares y otra los hábitos mentales que siguen dominando la conciencia de no pocos cristianos.

Hay que decirlo con toda claridad. Dios, que crea a todos por amor, vive volcado sobre todas y cada una de sus criaturas. A todos llama y atrae hacia la felicidad eterna en comunión con él. No ha habido nunca un hombre o una mujer que haya vivido sin que Dios lo haya acompañado desde el fondo de su mismo ser. Allí donde hay un ser humano, cualquiera que sea su religión o su agnosticismo, allí está Dios suscitando su salvación. Su amor no abandona ni discrimina a nadie. Como dice san Pablo: «En Dios no hay acepción de personas» (Romanos 2,11).

Rechazado en su propio pueblo de Nazaret, Jesús recuerda la historia de la viuda de Sarepta y la de Naamán el sirio, ambos extranjeros y paganos, para hacer ver con toda claridad que Dios se preocupa de sus hijos, aunque no pertenezcan al pueblo elegido de Israel. Dios no se ajusta a nuestros esquemas y discriminaciones. Todos son sus hijos e hijas, los que viven en la Iglesia y los que la han dejado. Dios no abandona a nadie.

José Antonio Pagola
https://www.gruposdejesus.com/4-tiempo-ordinario-c-lucas-421-30-3/

jueves, 23 de enero de 2025

La primera mirada

3 Tiempo ordinario – C (Lucas 1,1-4; 4,14-21)
Evangelio del 26 / Ene / 2025
Lecturas: https://www.ciudadredonda.org/events/lecturas-del-iii-domingo-del-tiempo-ordinario-3_2025-01-26/?occurrence=2025-01-26&nskip=56135

La primera mirada de Jesús no se dirige al pecado de las personas, sino al sufrimiento que arruina sus vidas. Lo primero que toca su corazón no es el pecado, sino el dolor, la opresión y la humillación que padecen hombres y mujeres. Nuestro mayor pecado consiste precisamente en cerrarnos al sufrimiento de los demás para pensar solo en el propio bienestar.

Jesús se siente «ungido por el Espíritu» de un Dios que se preocupa de los que sufren. Es ese Espíritu el que lo empuja a dedicar su vida entera a liberar, aliviar, sanar, perdonar: «El Espíritu del Señor está sobre mí, porque él me ha ungido. Me ha enviado para dar la Buena Noticia a los pobres, para anunciar a los cautivos la libertad y a los ciegos la vista, para dar libertad a los oprimidos, para anunciar el año de gracia del Señor».

Este programa de Jesús no ha sido siempre el de los cristianos. La teología cristiana ha dirigido más su atención al pecado de las criaturas que a su sufrimiento. El conocido teólogo Johann Baptist Metz ha denunciado repetidamente este grave desplazamiento: «La doctrina cristiana de la salvación ha dramatizado demasiado el problema del pecado, mientras ha relativizado el problema del sufrimiento». Es así. Muchas veces la preocupación por el dolor humano ha quedado atenuada por la atención a la redención del pecado.

Los cristianos no creemos en cualquier Dios, sino en el Dios atento al sufrimiento humano. Frente a la «mística de ojos cerrados», propia de la espiritualidad del Oriente, volcada sobre todo en la atención a lo interior, el que sigue a Jesús se siente llamado a cultivar una «mística de ojos abiertos» y una espiritualidad de responsabilidad absoluta para atender al dolor de los que sufren.

Al cristiano verdaderamente espiritual –«ungido por el Espíritu»– se le encuentra, lo mismo que a Jesús, junto a los desvalidos y humillados. Lo que le caracteriza no es tanto la comunicación íntima con el Ser supremo cuanto el amor a un Dios Padre que lo envía hacia los seres más pobres y abandonados. Como ha recordado el cardenal Martini, en estos tiempos de globalización, el cristianismo ha de globalizar la atención al sufrimiento de los pobres de la Tierra.

José Antonio Pagola
https://www.gruposdejesus.com/3-tiempo-ordinario-c-lucas-11-4-414-21-3/

jueves, 16 de enero de 2025

Alegría y amor

2 Tiempo ordinario – C (Juan 2,1-11)
Evangelio del 19 / Ene / 2025
Lecturas: https://www.ciudadredonda.org/events/lecturas-del-ii-domingo-del-tiempo-ordinario-3_2025-01-19/?occurrence=2025-01-19&nskip=56128

Según el evangelista Juan, Jesús fue realizando signos para dar a conocer el misterio encerrado en su persona y para invitar a la gente a acoger la fuerza salvadora que traía consigo. ¿Cuál fue el primer signo?, ¿qué es lo primero que hemos de encontrar en Jesús?.

El evangelista habla de una boda en Caná de Galilea, una pequeña aldea de montaña, a quince kilómetros de Nazaret. Sin embargo, la escena tiene un carácter claramente simbólico. Ni la esposa ni el esposo tienen rostro: no hablan ni actúan. El único importante es un «invitado» que se llama Jesús.

Las bodas eran en Galilea la fiesta más esperada y querida entre las gentes del campo. Durante varios días, familiares y amigos acompañaban a los novios comiendo y bebiendo con ellos, bailando danzas de boda y cantando canciones de amor. De pronto, la madre de Jesús le hace notar algo terrible: «no les queda vino». ¿Cómo van a seguir cantando y bailando?. 

El vino es indispensable en una boda. Para aquellas gentes, el vino era, además, el símbolo más expresivo del amor y la alegría. Lo decía la tradición: «El vino alegra el corazón». Lo cantaba la novia a su amado en un precioso canto de amor: «Tus amores son mejores que el vino». ¿Qué puede ser una boda sin alegría y sin amor?, ¿qué se puede celebrar con el corazón triste y vacío de amor?.

En el patio de la casa hay «seis tinajas de piedra». Son enormes. Están «colocadas allí», de manera fija. En ellas se guarda el «agua» para las purificaciones. Representan la piedad religiosa de aquellos campesinos que tratan de vivir «puros» ante Dios. Jesús transforma el agua en vino. Su intervención va a introducir amor y alegría en aquella religión. Esta es su primera aportación.

¿Cómo podemos pretender seguir a Jesús sin cuidar más entre nosotros la alegría y el amor?, ¿qué puede haber más importante que esto en la Iglesia y en el mundo?, ¿hasta cuándo podremos conservar en «tinajas de piedra» una fe triste y aburrida?, ¿para qué sirven todos nuestros esfuerzos, si no somos capaces de introducir amor en nuestra religión?. Nada puede ser más triste que decir de una comunidad cristiana: «No les queda vino».

José Antonio Pagola
https://www.gruposdejesus.com/2-tiempo-ordinario-c-juan-21-11-3/

jueves, 9 de enero de 2025

No ahogar el amor solidario

Bautismo del Señor – C (Lucas 3,15-16.21-22)
Evangelio del 12 / Ene / 2025
Lecturas: https://www.ciudadredonda.org/events/lecturas-del-el-bautismo-del-senor-3_2025-01-12/?occurrence=2025-01-12&nskip=56121

El amor es la energía que da verdadera vida a la sociedad. En toda civilización hay fuerzas que generan vida, verdad y justicia, y fuerzas que provocan muerte, mentira e indignidad. No siempre es fácil detectarlo, pero en la raíz de todo impulso de vida está siempre el amor.

Por eso, cuando en una sociedad se ahoga el amor, se está ahogando al mismo tiempo la dinámica que lleva al crecimiento humano y a la expansión de la vida. De ahí la importancia de cuidar socialmente el amor y de luchar contra todo aquello que puede destruirlo.

Una forma de matar de raíz el amor es la manipulación de las personas. En la sociedad actual se proclaman en voz alta los derechos de la persona, pero luego los individuos son sacrificados al rendimiento, la utilidad o el desarrollo del bienestar. Se produce entonces lo que el pensador norteamericano Herbet Marcuse llamaba «la eutanasia de la libertad». Cada vez hay más personas que viven una «no libertad confortable, cómoda, razonable, democrática». Se vive bien, pero sin conocer la verdadera libertad ni el amor.

Otro riesgo para el amor es el funcionalismo. En la sociedad de la eficacia lo importante no son las personas, sino la función que ejercen. El individuo queda fácilmente reducido a una pieza del engranaje: en el trabajo es un empleado; en el consumo, un cliente; en la política, un voto; en el hospital, un número de cama… En esta sociedad, las cosas funcionan; las relaciones entre las personas mueren.

Otro modo frecuente de ahogar el amor es la indiferencia. El funcionamiento de la sociedad moderna concentra a los individuos en sus propios intereses. Los demás son una «abstracción». Se publican estudios y estadísticas tras los cuales se oculta el sufrimiento de las personas concretas. No es fácil sentirnos responsables. Es la administración pública la que se ha de ocupar de esos problemas.

¿Qué podemos hacer cada uno?. Frente a tantas formas de desamor, el Bautista sugiere una postura clara: «El que tenga dos túnicas, que se las reparta con el que no tiene; y el que tenga comida haga lo mismo». ¿Qué podemos hacer?. Sencillamente compartir más lo que tenemos con aquellos que viven en necesidad.


José Antonio Pagola
https://www.gruposdejesus.com/bautismo-del-senor-c-lucas-315-16-21-22-3/

jueves, 2 de enero de 2025

Seguir la estrella

Epifanía del Señor – C (Mateo 2,1-12)
Evangelio del 6 / Ene / 2025
Lecturas: https://www.ciudadredonda.org/events/lecturas-del-ii-domingo-de-natividad_2025-01-05/?occurrence=2025-01-05&nskip=56114

Estamos demasiado acostumbrados al relato de los magos. Por otra parte, hoy apenas tenemos tiempo para detenernos a contemplar despacio las estrellas. Probablemente no es solo un asunto de tiempo. Pertenecemos a una época en la que es más fácil ver la oscuridad de la noche que los puntos luminosos que brillan en medio de cualquier tiniebla.

Sin embargo, no deja de ser conmovedor pensar en aquel escritor cristiano que, al elaborar el relato de los magos, los imaginó en medio de la noche, siguiendo la pequeña luz de una estrella. La narración respira la convicción profunda de los primeros creyentes después de la resurrección. En Jesús se han cumplido las palabras del profeta Isaías: «El pueblo que caminaba en tinieblas ha visto una luz grande. Habitaban en una tierra de sombras, y una luz ha brillado ante sus ojos» (Isaías 9,1).

Sería una ingenuidad pensar que nosotros estamos viviendo una hora especialmente oscura, trágica y angustiosa. ¿No es precisamente esta oscuridad, frustración e impotencia que captamos en estos momentos uno de los rasgos que acompañan casi siempre el caminar del ser humano a lo largo de los siglos?.

Basta abrir las páginas de la historia. Sin duda encontramos momentos de luz en que se anuncian grandes liberaciones, se entrevén mundos nuevos, se abren horizontes más humanos. Y luego, ¿qué viene?. Revoluciones que crean nuevas esclavitudes, logros que provocan nuevos problemas, ideales que terminan en «soluciones a medias», nobles luchas que acaban en «pactos mediocres». De nuevo las tinieblas.

No es extraño que se nos diga que «ser hombre es muchas veces una experiencia de frustración». Pero no es esa toda la verdad. A pesar de todos los fracasos y frustraciones, el hombre vuelve a recomponerse, vuelve a esperar, vuelve a ponerse en marcha en dirección a algo. Hay en el ser humano algo que lo llama una y otra vez a la vida y a la esperanza. Hay siempre una estrella que vuelve a encenderse.

Para los creyentes, esa estrella conduce siempre a Jesús. El cristiano no cree en cualquier mesianismo. Y por eso no cae tampoco en cualquier desencanto. El mundo no es «un caso desesperado». No está en completa tiniebla. El mundo está orientado hacia su salvación. Dios será un día el fin del exilio y las tinieblas. Luz total. Hoy solo lo vemos en una humilde estrella que nos guía hacia Belén.

José Antonio Pagola
https://www.gruposdejesus.com/epifania-del-senor-c-mateo-21-12-3/