15 Tiempo ordinario (C) Lucas 10, 25-37
JOSÉ ANTONIO PAGOLA, lagogalilea@hotmail.com
SAN SEBASTIÁN (GUIPUZCOA).
ECLESALIA, 10/07/13.- “Sed compasivos como vuestro
Padre es compasivo”. Esta es la herencia que Jesús ha dejado a la humanidad.
Para comprender la revolución que quiere introducir en la historia, hemos de
leer con atención su relato del “buen samaritano”. En él se nos describe la
actitud que hemos de promover, más allá de nuestras creencias y posiciones
ideológicas o religiosas, para construir un mundo más humano.
En la cuneta de un camino solitario yace un ser humano, robado, agredido,
despojado de todo, medio muerto, abandonado a su suerte. En este herido sin
nombre y sin patria resume Jesús la situación de tantas víctimas inocentes
maltratadas injustamente y abandonadas en las cunetas de tantos caminos de la
historia.
En el horizonte aparecen dos viajeros: primero un sacerdote, luego un
levita. Los dos pertenecen al mundo respetado de la religión oficial de
Jerusalén. Los dos actúan de manera idéntica: “ven al herido, dan un
rodeo y pasan de largo”. Los dos cierran sus ojos y su corazón, aquel
hombre no existe para ellos, pasan sin detenerse. Esta es la crítica radical de
Jesús a toda religión incapaz de generar en sus miembros un corazón compasivo.
¿Qué sentido tiene una religión tan poco humana?
Por el camino viene un tercer personaje. No es sacerdote ni levita. Ni
siquiera pertenece a la religión del Templo. Sin embargo, al llegar, “ve
al herido, se conmueve y se acerca”. Luego, hace por aquel desconocido todo
lo que puede para rescatarlo con vida y restaurar su dignidad. Esta es la
dinámica que Jesús quiere introducir en el mundo.
Lo primero es no cerrar los ojos. Saber “mirar” de manera atenta y
responsable al que sufre. Esta mirada nos puede liberar del egoísmo y la
indiferencia que nos permiten vivir con la conciencia tranquila y la ilusión de
inocencia en medio de tantas víctimas inocentes. Al mismo tiempo, “conmovernos”
y dejar que su sufrimiento nos duela también a nosotros.
Lo decisivo es reaccionar y “acercarnos” al que sufre, no para preguntarnos
si tengo o no alguna obligación de ayudarle, sino para descubrir de cerca que
es un ser necesitado que nos está llamando. Nuestra actuación concreta nos
revelará nuestra calidad humana.
Todo esto no es teoría. El samaritano del relato no se siente obligado a
cumplir un determinado código religioso o moral. Sencillamente, responde a la
situación del herido inventando toda clase de gestos prácticos orientados a
aliviar su sufrimiento y restaurar su vida y su dignidad. Jesús concluye con
estas palabras. “Vete y haz tú lo mismo”.
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