Ascensión del Señor (C) Lucas 24,
46-53
SAN SEBASTIÁN (GUIPUZCOA).
ECLESALIA, 08/05/13.- Son los últimos momentos de Jesús
con los suyos. Enseguida los dejará para entrar definitivamente en el misterio
del Padre. Ya no los podrá acompañar por los caminos del mundo como lo ha hecho
en Galilea. Su presencia no podrá ser sustituida por nadie.
Jesús sólo piensa en que llegue a todos los pueblos el anuncio del perdón y
la misericordia de Dios. Que todos escuchen su llamada a la conversión. Nadie
ha de sentirse perdido. Nadie ha de vivir sin esperanza. Todos han de saber que
Dios comprende y ama a sus hijos e hijas sin fin. ¿Quién podrá anunciar esta
Buena Noticia?.
Según el relato de Lucas, Jesús no piensa en sacerdotes ni obispos. Tampoco
en doctores o teólogos. Quiere dejar en la tierra “testigos”. Esto
es lo primero: “ustedes son testigos de estas cosas”. Serán los
testigos de Jesús los que comunicarán su experiencia de un Dios bueno y
contagiarán su estilo de vida trabajando por un mundo más humano.
Pero Jesús conoce bien a sus discípulos. Son débiles y cobardes. ¿Dónde
encontrarán la audacia para ser testigos de alguien que ha sido crucificado por
el representante del Imperio y los dirigentes del Templo?. Jesús los
tranquiliza: “Yo les enviaré lo que mi Padre ha prometido”. No les
va a faltar la “fuerza de lo alto”. El Espíritu de Dios los
defenderá.
Para expresar gráficamente el deseo de Jesús, el evangelista Lucas describe
su partida de este mundo de manera sorprendente: Jesús vuelve al Padre
levantando sus manos y bendiciendo a sus discípulos. Es su último gesto. Jesús
entra en el misterio insondable de Dios y sobre el mundo desciende su
bendición.
A los cristianos se nos ha olvidado que somos portadores de la bendición de
Jesús. Nuestra primera tarea es ser testigos de la Bondad de Dios. Mantener
viva la esperanza. No rendirnos ante el mal. Este mundo que parece un “infierno
maldito” no está perdido. Dios lo mira con ternura y compasión.
También hoy es posible buscar el bien, hacer el bien, difundir el bien. Es
posible trabajar por un mundo más humano y un estilo de vida más sano. Podemos
ser más solidarios y menos egoístas. Más austeros y menos esclavos del dinero.
La misma crisis económica nos puede empujar a buscar una sociedad menos
corrupta.
En la Iglesia de Jesús hemos olvidado que lo primero es promover una “pastoral
de la bondad”. Nos hemos de sentir testigos y profetas de ese Jesús que pasó su
vida sembrando gestos y palabras de bondad. Así despertó en las gentes de
Galilea la esperanza en un Dios Salvador. Jesús es una bendición y la gente lo
tiene que conocer.
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