SAN SEBASTIÁN (GUIPUZCOA).
ECLESALIA, 19/06/13.- La escena es conocida. Sucedió en
las cercanías de Cesarea de Filipo. Los discípulos llevan ya un tiempo
acompañando a Jesús. ¿Por qué le siguen?. Jesús quiere saber qué idea se hacen
de él: “Vosotros, ¿quién decís que soy yo?”. Esta es también la
pregunta que nos hemos de hacer los cristianos de hoy. ¿Quién es Jesús para
nosotros?. ¿Qué idea nos hacemos de él?. ¿Le seguimos?.
¿Quién es para nosotros ese Profeta de Galilea, que no ha dejado tras de sí
escritos sino testigos?. No basta que lo llamemos “Mesías de Dios”. Hemos de
seguir dando pasos por el camino abierto por él, encender también hoy el fuego
que quería prender en el mundo. ¿Cómo podemos hablar tanto de él sin sentir su
sed de justicia, su deseo de solidaridad, su voluntad de paz?.
¿Hemos aprendido de Jesús a llamar a Dios “Padre”, confiando en su amor
incondicional y su misericordia infinita?. No basta recitar el “Padrenuestro”.
Hemos de sepultar para siempre fantasmas y miedos sagrados que se despiertan a
veces en nosotros alejándonos de él. Y hemos de liberarnos de tantos ídolos y
dioses falsos que nos hacen vivir como esclavos.
¿Adoramos en Jesús el Misterio del Dios vivo, encarnado en medio de
nosotros?. No basta confesar su condición divina con fórmulas abstractas, alejadas
de la vida e incapaces de tocar el corazón de los hombres y mujeres de hoy.
Hemos de descubrir en sus gestos y palabras al Dios Amigo de la vida y del ser
humano. ¿No es la mejor noticia que podemos comunicar hoy a quienes buscan
caminos para encontrarse con él?.
¿Creemos en el amor predicado por Jesús?. No basta repetir una y otra vez su
mandato. Hemos de mantener siempre viva su inquietud por caminar hacia un mundo
más fraterno, promoviendo un amor solidario y creativo hacia los más
necesitados. ¿Qué sucedería si un día la energía del amor moviera el corazón de
las religiones y las iniciativas de los pueblos?.
¿Hemos escuchado el mandato de Jesús de salir al mundo a curar?. No basta
predicar sus milagros. También hoy hemos de curar la vida como lo hacía él,
aliviando el sufrimiento, devolviendo la dignidad a los perdidos, sanando
heridas, acogiendo a los pecadores, tocando a los excluidos. ¿Dónde están sus
gestos y palabras de aliento a los derrotados?.
Si Jesús tenía palabras de fuego para condenar la injusticia de los
poderosos de su tiempo y la mentira de la religión del Templo, ¿por qué no nos
sublevamos sus seguidores ante la destrucción diaria de tantos miles de seres
humanos abatidos por el hambre, la desnutrición y nuestro olvido?.
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