De 1977 a 1978, como culminación de la transición, se edifican los cimientos de lo que se ha venido a llamar “el régimen del 78”, es decir las “reglas de oro” por las que deberá transitar el nuevo régimen democrático y que, con determinados cambios y retoques, siguen vigentes hoy.
Pero, ¿cuál fue la auténtica sustancia de la transición?.
Y ¿qué es en realidad el “régimen del 78”?.La visión dominante sorprendentemente compartida por las élites de la derecha y de la izquierda nos ofrece una lectura de ese periodo decisivo basada en:
- Reducir la transición al tránsito de la dictadura a la democracia.
- Limitar los protagonistas que la dirigieron a las élites del franquismo -incluyendo la Corona- y de la oposición democrática.
- Valorar sus resultados y su herencia desde la mayor o menor “calidad democrática” del nuevo régimen, o desde sus consecuencias económicas (unos alaban que permitió “la mayor etapa de prosperidad de nuestra historia” otros denuncian que “abrió el camino a la versión española de desarrollo neoliberal”).
Estas “versiones
oficiales”, de derechas o de izquierdas, coinciden en ocultar a los
auténticos directores de la
transición, las fuerzas de clase que la dirigieron y acabaron imponiendo sus
intereses, el objetivo real que perseguía y los pilares
que estableció y siguen determinando lo que hoy sucede en nuestro país.
Vamos
a ofrecer en esta asignatura -basándonos en datos y hechos, y en los análisis
que nuestro Partido ya planteaba en
el momento en que estos acontecimientos estaban sucediendo- una visión a
contracorriente sobre la transición,
que desvele cuáles son los verdaderos secretos del “régimen del 78”, y por qué
constituyen también los cimientos de la
España actual.
Demostraremos tres tesis:
1ª).- La transición fue el proyecto de la oligarquía y el imperialismo norteamericano.
Siguiendo lo que nuestra línea afirmaba ya en 1978: “el sector hegemónico de la oligarquía financiera, ligado por estrechos vínculos económicos al imperialismo norteamericano”. Y se realizó “bajo la orientación política y apoyo del Estado Mayor norteamericano (el Pentágono)”.
Dirigir la mirada hacia la burocracia franquista, que en lo fundamental fue desmantelada o “reconvertida”, o a los “gestores”, las élites políticas de uno u otro signo, oculta a las clases que entonces y ahora tienen el poder, y su intervención, durante la transición y en la actualidad, para imponer sus necesidades, intereses y proyectos.
2ª).- La sustancia de la transición fue cambiar el régimen para fortalecer su dominio sobre el Estado.
No fue
“el tránsito de la dictadura a la democracia”, sino el proyecto del hegemonismo
norteamericano y los sectores
dominantes de la oligarquía española para sustituir un régimen en crisis
(fascista) por uno nuevo (democrático)
con el objetivo de que su dominación saliera fortalecida.
Este
es el aspecto principal que se impondrá -no sin dificultades, debido
principalmente a la fuerza e influencia de la lucha del pueblo-, determinando las formas, ritmos y
resultado de la transición.
3ª).- La
transición establece los “raíles estratégicos” por los que deberá circular el
nuevo régimen, los cimientos de la
España actual.
Sintetizados en un triple pacto:
- Pacto económico: Pactos de la Moncloa.
- Pacto político: la Constitución.
- Pacto militar: la integración en la OTAN.
Cada
uno de estos pactos no fue el resultado de una negociación entre “las élites
del franquismo y de la oposición
democrática”, donde ambas partes ceden, sino la imposición de un marco
estructural que permitiera un salto en el dominio del hegemonismo norteamericano y la
oligarquía española.
TESIS 1: La Transición, dirigida por la oligarquía y el hegemonismo norteamericano, tenía como objetivo la transformación del Régimen fascista en un régimen democrático burgués plenamente integrado en el sistema de alianzas bajo la hegemonía yanqui (OTAN) y vinculado al club monopolista europeo (Mercado Común, UE).
El periodo que va desde finales de 1973 a diciembre de 1976 configura lo que será la transición. La intervención norteamericana y de los principales nódulos de la oligarquía española se multiplicará, para asegurar que ostentan tanto la iniciativa en el proceso de cambio de régimen como la capacidad para imponer el marco y las condiciones en que va a desarrollarse.
Vamos a seguir el análisis que sobre la situación nacional se realizó en el Iº Congreso de Unificación Comunista de España, celebrado en 1978, cuando la Constitución no había sido todavía aprobada y el proceso de cambio de régimen estaba en marcha.
La situación nacional.
La situación en nuestro país ha sufrido una profunda transformación. La
oligarquía financiera y el imperialismo yanqui han dado cima a su proyecto:
cambiar de régimen político para garantizar la continuidad del Estado. Acosado
por las luchas populares, desprestigiado, aislado externa e internamente, el
Régimen Franquista era un instrumento de dominio cada vez más frágil. Los
enemigos del pueblo comprendieron la necesidad de cambiar de estrategia. El
Régimen Fascista ha sido transformado en un Régimen Democrático Burgués. El
gran capital ha pasado a valerse principalmente del terror a valerse
principalmente del engaño para continuar ejerciendo su dominio. No se pueden
entender los acontecimientos ocurridos en nuestro país si no se los sitúa
dentro de los nuevos planes de imperialismo yanqui para el Sur de Europa. Estos
consisten, desde comienzo de los 70, en sustituir los fascismos meridionales
por regímenes democrático-burgueses, más o menos endurecidos, que puedan
integrarse plenamente y reforzar los sistemas de alianzas militar y económica
bajo su hegemonía en Europa Occidental. La caída del fascismo en Portugal, en
Grecia y en España está colocada en este marco, determinada por él. La
alternativa actual de los enemigos del pueblo, el imperialismo yanqui y la
oligarquía financiera, es la consolidación de un Régimen Democrático Burgués
plenamente integrado en el sistema de alianzas bajo la hegemonía yanqui (la
OTAN) y plenamente vinculado al club monopolista europeo (Mercado Común).
Hoy, el centro medular de esta alternativa, la clave de bóveda de la
nueva forma de dominación, es la Monarquía. En la figura de Juan Carlos de
Borbón confluyen un complejo sistema de relaciones entre los intereses
imperialistas y las distintas fracciones oligárquicas, entre los viejos
aparatos franquistas (militares, burocráticos,…) y los nuevos aparatos
democráticos-burgueses (partidos,…) que otorgan una función arbitral de muy
difícil sustitución en un futuro inmediato.
La forma monárquica es, ahora mismo, la piedra angular del proyecto
oligárquico-imperialista. Juan Carlos de Borbón es sobre todo la cabeza del
Estado Franquista que continúa intacto y la garantía de su continuidad. De ahí
el consenso general sobre que “la monarquía no es negociable” (no es negociable
¿por quién?) y la reciente advertencia del Jefe del Estado Mayor del Ejército:
“intervendremos cuando nos diga que está en peligro (la institución monárquica)
quién nos lo tiene que decir (el monarca)”.
Toda la actividad y la energía de las distintas fuerzas del gran capital
con actuaciones en apariencia tan diversas, tienen un objetivo único y común:
consolidar el nuevo Régimen Democrático Burgués bajo su forma monárquica,
consolidar la nueva forma de dominación de la oligarquía y el imperialismo.
Documentos Iº Congreso de Unificación Comunista de España. 1978
Iremos paso a paso desarrollando las ideas principales del análisis:
1).- Durante los primeros años setenta se acumulan en la situación internacional los factores que hace cada vez más urgente para EEUU la necesidad de un cambio de régimen en España que se encontraba enormemente debilitado por el auge de la lucha antifascista.
La crisis imperial norteamericana se agrava cuando en 1976 se consuma su expulsión de Vietnam. Al mismo tiempo, se acelera una ofensiva soviética que tiene ya en la agenda inmediata cuestionar la hegemonía mundial de EEUU. Moscú dará un enorme salto en el proceso de rearme -igualando a EEUU en el armamento nuclear y superándolo en el convencional-, ganará terreno en los cinco continentes, y especialmente hará cada vez más intenso el cerco económico, político y militar sobre Europa Occidental, escenario clave en la disputa entre las dos superpotencias.
Para
EEUU, fortalecer sus posiciones en Europa es una prioridad máxima. Y eso pasa
por imponer el recambio de los
decrépitos regímenes fascistas en Grecia, Portugal y España, desbordados por el
avance de la lucha popular
y que se han convertido en un factor de inestabilidad.
De
ellos, la plaza más importante y difícil para Washington es España. EEUU
necesita deshacerse de un régimen
fascista bajo el que crece y gana influencia un movimiento popular incompatible
con sus intereses, y sustituirlo por
un régimen democrático que se pueda integrar plenamente en el frente militar
contra la URSS, y en el que su
dominio sea más estable y profundo.
2).- La intervención norteamericana sobre España va a multiplicarse, especialmente a partir de 1973, para imponer, no sin dificultades, que el cambio de régimen se ajuste a sus necesidades e intereses.
Washington debe emplearse a fondo en España. Se enfrenta a las resistencias de los sectores cuya supervivencia depende de la continuidad del franquismo, a la dificultad de desmontar un régimen con 40 años de existencia, y especialmente a la lucha popular con una enorme amplitud e influencia.
Desde la muerte de Carrero, y sobre todo en vísperas del fallecimiento de Franco, se produce un auténtico desembarco de la CIA en España. Centenares –otras fuentes hablan de miles– de agentes de la inteligencia norteamericana actúan en todos los frentes. Refuerzan los vínculos orgánicos, políticos y personales con los aparatos fundamentales del Estado (servicios secretos, cúpula militar, cuerpos represivos, ,...), juegan un papel decisivo en la emergencia y formación de los nuevos aparatos que están llamados a ser claves en el régimen que se avecina (partidos políticos, sindicatos, medios de comunicación,...) o en establecer redes de intervención en los que tendrán que ser reconvertidos con el fin del franquismo (justicia, enseñanza, el mundo de la cultura...) A finales de 1974, hasta en programas de la televisión norteamericana se hace público que Portugal, Grecia, Italia y España constituyen en esos momentos una prioridad máxima para la CIA.
La intervención norteamericana, que ya había sido el cerebro de la voladura de Carrero en 1973, también estará detrás de los principales acontecimientos que determinan el rumbo de la transición.
En noviembre de 1975, con Franco agonizando, Marruecos ocupa el Sáhara Occidental, entonces colonia española. Cuenta con el decisivo apoyo norteamericano. La CIA hace llegar a Kissinger el 3 de octubre de 1975 un informe titulado “La invasión marroquí del Sáhara español”. La llamada “Marcha Verde” la diseñarán los servicios de inteligencia norteamericanos en un gabinete de estudios estratégicos situado en Londres y será financiada por Kuwait. El 21 de agosto de 1975, Kissinger envía un críptico telegrama a Rabat: “Laissa podrá andar perfectamente dentro de dos meses. Él la ayudará en todo”. “Laissa” es el nombre en clave de la Marcha Verde, y “Él” es EEUU.
El giro de guion que impulsará la transición se decidirá en Washington: En junio de 1976 mantiene la presidencia del gobierno Carlos Arias Navarro, nombrado directamente por Franco tras el asesinato de Carrero Blanco. El creciente auge de la lucha popular amenaza con desbordar los límites que Washington y la oligarquía española exigen. Es en ese momento cuando Juan Carlos I realiza un decisivo viaje a EEUU. Allí el Rey concede una entrevista a la revista Newsweek en la que afirma que Arias es “unmitigated disaster” -un desastre sin paliativos-, y pronuncia en público por primera vez la palabra “democracia” en un discurso ante una sesión conjunta del Congreso y el Senado norteamericanos. Con el escenificado apoyo norteamericano, el Rey impone a su regreso a Madrid la dimisión de Arias y nombra a Adolfo Suárez como nuevo presidente.
A
partir de ese momento, los acontecimientos se aceleran. Lo que antes era
indecisión ahora es una audaz iniciativa
política. Suárez presenta una Ley para la Reforma Política que va
mucho más allá de anteriores planes de
apertura: propone la disolución del sindicato vertical, el establecimiento de
un sistema parlamentario y la elección a Cortes por sufragio universal, directo y
secreto.
Se
opta por una vía “sui generis” para
mantener bajo control el proceso de transición: reformar el régimen desde dentro bajo la dirección de la
Corona. Las Cortes franquistas se “suicidarán”, aprobando en noviembre de 1976 la Ley para la Reforma Política que liquidaba las bases de su poder.
No faltarán las “ayudas” del hegemonismo
y la oligarquía para hacer más llevadero el proceso mediante “jubilaciones de
oro”, y se utilizará también la Operación Jano, un mega-dossier con
fichas pormenorizadas sobre las 10.000 personalidades más importantes de España, elaborada por unos
servicios secretos ya absolutamente dependientes de la CIA, que poseía una de las tres copias del informe.
Un material altamente sensible que convenientemente administrado “convenció” a los procuradores franquistas más recalcitrantes.
El
15 de diciembre de 1977, la Ley para la Reforma Política es aprobada en
referéndum, con una participación el
77% del censo y un 94,17% de votos a favor. El “bunker franquista”, que pide el
no, solo es respaldado por el 2,64% de los votos.
3).- La Monarquía es la clave de bóveda del nuevo Régimen (la nueva forma de dominación) que se busca instaurar.
La actuación de la Corona de 1974 a 1978 es el instrumento político esgrimido por la superpotencia norteamericana y los nódulos principales de la oligarquía para pilotar la transición.
Desde
noviembre de 1975 a la aprobación de la Constitución en 1978, el Rey concentra
como Jefe de Estado todos los
poderes que Franco ostentaba, entre ellos el de nombrar y destituir gobiernos.
Y va a utilizar este enorme margen
de maniobra, casi discrecional, para fijar el rumbo por el que
debe transitar la transición.
En
el nuevo régimen democrático la monarquía es mucho más que una simbólica figura
de arbitraje. Es la clave de bóveda
del Estado, y la expresión de la continuidad, bajo otro régimen, del dominio de
la clase dominante.
La monarquía expresará la identificación del Estado con los principales sectores oligárquicos, especialmente la gran banca. Además de ser el punto donde confluyen los aparatos principales del Estado que no van a tocarse en la transición -especialmente el ejército- y aquellos que deben desarrollarse para el nuevo régimen -partidos políticos…-.
Y especialmente, personificará las relaciones de subordinación y dependencia hacia la superpotencia norteamericana. Desde 1969, Vernon Walters -figura capital en todas las operaciones norteamericanas en España, y que llegará a ocupar el segundo escalón de a CIA- maniobra para asegurar que Juan Carlos I será el sucesor de Franco. El nuevo Rey despachará directamente con el embajador norteamericano en Madrid -Wells Stabler-, sin conocimiento del gobierno. A través de su emisario personal, Manuel Colón de Carvajal, negociará con Kissinger en Washington la entrega del Sáhara a Marruecos.
Pilar Urbano revela que “antes de empezar a reinar al Rey le dan una falsilla -yo le llamo el catecismo de Wells Stabler, el embajador de EEUU- donde se le dice el ritmo ralentizado al que tiene que hacer la apertura, y con quién tiene que bailar ese ritmo. Le dan hasta las parejas de baile: centro-derecha procedente del régimen y centro-izquierda socialdemócrata. Se decía que los socialistas podían esperar, pero que los comunistas debían esperar. No es un mandato, es una indicación del “gran tutor”. Que el Rey se está moviendo durante esos años bajo la tutela norteamericana es evidente, no digo nada que no sepa todo el mundo. Es una tutela militar, política y económica”.
(CONTINUARÁ)
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