martes, 13 de julio de 2021

La dictadura franquista y los orígenes de la transición (IV)

(Continuación del artículo: "La dictadura franquista y los orígenes de la transición (III)"http://justiciasolidaridad.blogspot.com/2021/07/la-dictadura-franquista-y-los-origenes_0570115004.html).

Los orígenes de la transición: la Primera Reconducción.

La transición es el “horno” donde se cocinó la España actual.

La forma en que se ejecutó el recambio de la dictadura sentó los cimientos del nuevo régimen, y sin ellos no podemos entender nada de lo que hoy sucede.

La lectura que se a ese periodo histórico es, por tanto, un asunto político de primer orden. ¿En qué consistió la transición?. ¿Cuáles fueron sus protagonistas?. ¿Qué fuerzas la dirigieron?.  Hoy existen dos versiones dominantes a la hora de responder a estas preguntas.

Por un lado quienes glorifican la transición como un “modelo de éxito” para un “tránsito pacífico de la dictadura a la democracia, basado en un consenso que orilló los radicalismos”, gracias al cual hemos disfrutado del “mayor periodo de estabilidad y prosperidad”. Erigiendo a la Corona como el piloto de ese cambio de régimen.

Por otro, una versión que se declara alternativa y enfrentada a la oficial, que sintetiza Pablo Iglesias, líder de Unidas Podemos, al definir “nuestra exitosa transición” como “un proceso de metamorfosis pilotado por las élites del franquismo y de la oposición democrática que hizo que España pasara de ser una dictadura a transformarse en una democracia liberal homologable”. Ese pacto sería el “pecado original” del llamado “régimen del 78”, permitiendo la continuidad de “vestigios del franquismo” que hoy impiden la “normalidad democrática” o “abriendo el camino a la versión española de desarrollo neoliberal”.

A estas dos versiones oficiales queremos contraponer la valoración que sobre la transición se hizo en el   Congreso de Unificación Comunista de España, celebrado en 1978:

El sector hegemónico de la oligarquía financiera, ligado por estrechos vínculos económicos al imperialismo norteamericano y bajo la orientación política y apoyo de su Estado Mayor (el Pentágono) emprende, no sin enfrentarse a dificultades específicas (producto, por una parte de la extraordinaria combatividad del proletariado y las masas populares de nuestro país, del problema de las nacionalidades oprimidas y de la existencia del movimiento revolucionario marxista-leninista más potente de Europa y, por otra, de las contradicciones existentes con la burocracia fascista y un sector importante del capital especulativo), el proceso de transformación del Régimen Fascista en un Régimen Democrático Burgués y la consolidación del mismo (…).

La transformación del fascismo en un nuevo régimen de dominio de la oligarquía, va íntimamente unida al reforzamiento de los lazos de dependencia y subordinación de nuestro país al imperialismo norteamericano, introduciéndolo y vinculándolo estrechamente al sistema de alianzas militares bajo su hegemonía: la OTAN (…).

La tendencia en la actualidad es a que el imperialismo norteamericano secuestre cada vez más la independencia y la soberanía nacional”.


Las dos “versiones oficiales” sobre la transición, difundidas a derecha e izquierda, bajo sus evidentes diferencias coinciden en lo sustancial: Hacen desaparecer cual fue la sustancia real de la transición, el objetivo que la movió desde su mismo nacimiento y acabó imponiéndose.

La transición no se puede entender desde la dicotomía dictadura-democracia, sino desde la expresión, popularizada por Carrillo, entonces líder del PCE: “cambiar el régimen para conservar el Estado”. Es decir, un proceso donde la sustitución del régimen -un fascismo caduco y en estado terminal- actuará al servicio del Estado, de las clases que ya con Franco eran sus propietarias. No era exactamente la aplicación de la máxima lampedussiana de que “todo cambie para que todo permanezca igual”, sino que los cambios contribuyeran a fortalecer el poder de quienes ya lo controlaban. No iba a “permanecer igual”, sino que iba a salir reforzado el poder de la clase dominante.

Encumbrando a la Corona o a los “gestores políticos” –“las élites del franquismo y de la oposición democrática”- se oculta a los auténticos protagonistas de la obra y a su director y guionista.

Se corre un tupido velo sobre que fue “el sector hegemónico de la oligarquía financiera, ligado por estrechos vínculos económicos al imperialismo norteamericano” quien emprendió el proceso del cambio de régimen.

Y se oculta que la transición, se realizó “bajo la orientación política y apoyo de su Estado Mayor (el Pentágono)”.

La visión que sobre la transición se nos ofrece, incluso desde la izquierda elimina al pueblo español, a su lucha y organización, convirtiéndolo en un sujeto pasivo al que solo queda seguir al “líder correcto”.

Pero, sobre todo, oculta bajo siete llaves, la actuación de la oligarquía española y especialmente de la superpotencia norteamericana. Las clases que impulsaron y pilotaron el cambio de régimen para que su dominio de clase, como así sucedió en las siguientes décadas, se fortaleciera.

TESIS 1.- La transición en España está determinada por los planes de EEUU, sumido en una profunda crisis  tras la derrota en Vietnam y que debe enfrentar una creciente ofensiva global de la otra superpotencia, la URSS. Washington necesita nuevos regímenes en España, Grecia o Portugal, que permitan su pleno encuadramiento, sobre todo militar, en el frente antisoviético

En cada una de las tesis de esta asignatura vamos a utilizar como material de estudio documentos históricos en los que nuestro Partido ha analizado los acontecimientos que estudiemos:

La oligarquía financiera y el imperialismo yanqui han dado cima a su proyecto: cambiar el régimen político para garantizar la continuidad del Estado (…) No se pueden entender los acontecimientos ocurridos en nuestro país si no se los sitúa dentro de los nuevos planes del imperialismo yanqui para el sur de Europa. Estos consisten, desde comienzos de los 70, en sustituir los fascismos meridionales por regímenes democrático-burgueses, más o menos endurecidos, que puedan integrarse plenamente y reforzar los sistemas de alianzas militar y económica bajo su hegemonía en Europa Occidental. La caída del fascismo en Portugal, en Grecia y en España, están colocadas en este marco, determinadas por él.
(La situación nacional. Línea Ideológica y Política del Iº Congreso de UCE, 1978)

A finales de 1973, la derrota del imperialismo norteamericano en Indochina es un hecho irreversible. Todos los esfuerzos de la administración Nixon no se orientan ya a obtener una imposible victoria militar, sino a aminorar las consecuencias de la derrota. Su impacto sobre la situación mundial va a ser de largo alcance. Entre otras cosas, Indochina va a alterar la relación de fuerzas y la política de ambas superpotencias.
Aprovechando el debilitamiento de los EEUU, el socialimperialismo soviético va a iniciar un agresivo período de rearme y expansión mundial. La URSS pasa a la ofensiva y lo que plantea abiertamente en su contienda con los EEUU es ya la hegemonía sobre Europa Occidental. Esta política se basa en la combinación de cuatro factores:
Abrumadora superioridad militar en el escenario europeo, desde el mar Ártico al Mediterráneo.
Control de las fuentes de aprovisionamiento energético: intervención en Oriente próximo y a lo largo de las rutas de distribución del petróleo que rodean el continente africano.
Subversión y desestabilización en Europa utilizando desde el terrorismo a la penetración en movimientos pacifistas y partidos revolucionarios, desde la lucha de minorías nacionales a partidos prosoviéticos o con importantes sectores prosoviéticos en su seno, como los partidos revisionistas de los países latinos.
Diplomacia de «distensión», como cortina de humo que encubre la política soviética con una falsa apariencia de paz, destinada fundamentalmente a adormecer la conciencia de los pueblos europeos con la ilusión de un apaciguamiento inexistente.

(Serial “1976-1986. Diez años de transición”)


1.- La derrota norteamericana en Vietnam provoca un cambio trascendental en la situación internacional:  EEUU se coloca a la defensiva estratégica y se sume en una profunda crisis.


El 27 de enero de 1973 se firman en París los Acuerdos de Paz entre EEUU, Vietnam del Sur -régimen títere de Washington- y Vietnam del Norte, encabezado por el histórico líder comunista Ho Chi Minh. Washington acepta retirar sus tropas de Vietnam en un plazo de 60 días.

La derrota norteamericana se consumará en 1976 con la reunificación de Vietnam bajo el mando del Norte. Pero desde finales de 1969 las maniobras de EEUU -algunas tan criminales como los bombardeos ordenados por Nixon sobre Vietnam del Norte, Camboya o Laos- persiguen minimizar los daños de un fracaso inevitable.

No es la otra superpotencia, la URSS, sino los pueblos del mundo quien derrota a EEUU. Las consecuencias van a ser de hondo alcance, y su onda expansiva sigue actuando hoy.

EEUU, hasta entonces invicto y en expansión, se ve obligado a colocarse a la defensiva estratégica, consumiendo todos sus esfuerzos en defender sus posiciones amenazadas en los cinco continentes.

La crisis de la hegemonía norteamericana tras el fracaso de Vietnam se traslada a todos los ámbitos. Durante los siguientes años, EEUU perderá un peón tras otro. Y su incapacidad para dar una respuesta a la nueva situación se expresará en una crisis de liderazgo sin precedentes. Nixon será defenestrado cuando tome la decisión de acelerar la retirada de Vietnam, firme acuerdos de desarme con la URSS o reanude las relaciones con China. Los nódulos del Estado y la burguesía norteamericana harán público el “caso Wartergate” -el segundo del FBI, Mark Felt, será la Garganta Profunda que pase información a los periodistas-. El sustituto de Nixon, un irrelevante Gerald Ford, expresará la agudización de larisis política en el corazón de la superpotencia.

2.- La URSS va a aprovechar el retroceso norteamericano para lanzar una cada vez más desenfrenada ofensiva que busca ya abiertamente disputar la hegemonía mundial a EEUU. Una disputa entre las dos superpotencias que tiene su centro en Europa Occidental.


De 1958 a 1968 la URSS quintuplica su presupuesto militar. En los años setenta los gastos militares soviéticos son un 24% superiores a los norteamericanos, representando un porcentaje de su PIB que llega al 15% -el de EEUU es el 6%-. Moscú se equipara con Washington en armamento nuclear y lo supera en el convencional.

La relativa parálisis norteamericana a causa de la derrota en Vietnam es la señal para que la URSS, la superpotencia en ascenso y a la ofensiva, que ya se ha convertido en la principal fuente de guerra, clave sus garras en los cinco continentes. Utilizando el chantaje económico, la amenaza militar o la capacidad de subversión del KGB, solo comparable a la de la CIA. Ocultándose bajo la bandera del socialismo, Moscú multiplica su intervención, para someter bajo su control a los movimientos revolucionarios.

En Africa, Moscú adquiere el dominio de enclaves vitales como Argelia, Libia, Etiopía, Angola, Mozambique o Guinea Bissau. En Asia, convierte a Vietnam en un peón soviético, que invade Laos y Camboya, y es capaz de someter a India bajo su influencia. En Oriente Medio y Próximo, Moscú penetra en lo que hasta entonces era un coto cerrado norteamericano, adquiriendo una influencia decisiva en Siria, Irak o Yemen del Sur. Mientras en Hispanoamérica, el “patio trasero” de EEUU, la penetración soviética, a través de Cuba, llegará hasta los principales movimientos guerrilleros –las FARC en Colombia, El Frente Farabundo Martí en El Salvador…- o a los Estados que  se zafen de la dominación yanqui, como Nicaragua.

Pero el centro de la ofensiva soviética es el control sobre Europa Occidental, la mayor concentración de capital del planeta, que decide en esos momentos la hegemonía mundial. Desplegada en cuatro ámbitos:

  1. -Conquistar una abrumadora superioridad militar en el ámbito europeo. Con 700.000 soldados desplegados -420.000 en la Alemania Oriental-, las tropas soviéticas duplicaban las norteamericanas. Y Moscú instaló en Europa Oriental misiles SS-20 apuntando a las principales capitales europeas, entre ellas Madrid.
  2. -Presión a través del control de las fuentes de aprovisionamiento energético y de materias primas. Era la táctica brezneviana de la “pinza” que estrangulara Europa Occidental, sometiéndola a una “finlandización” -una postración similar a la que Finlandia debía a la URSS-. Y que se plasmó en múltiples intervenciones soviéticas en una franja que recorre Oriente Medio -la mayor reserva petrolífera- y África -controlando las rutas de distribución-.
  3. -Multiplicar la subversión y desestabilización. A través de una “Internacional terrorista” impulsada por Moscú  que abarcaba desde la Badeer-Meinhoff en Alemania al IRA en Irlanda o ETA en España. Utilizando a los movimientos independentistas -en España infiltrando las fuerzas nacionalistas en Euskadi, Galicia, Cataluña… Canarias-. O intensificando la presión e infiltración sobre partidos comunistas y organizaciones revolucionarias para convertirlos en peones soviéticos.
  4. -Adormecer las conciencias europeas a través de una falsa diplomacia de la distensión, que tendrá su máxima expresión en las conferencias de Helsinki o Belgrado, difundiendo una falsificación del pacifismo que solo buscaba rebajar las defensas ante el inminente ataque soviético, o un “desarme” que en realidad magnificaba la superioridad militar de la URSS en Europa.

3.- EEUU va a responder fortaleciendo sus posiciones políticas y militares en Europa. Lo que exigía un mayor encuadramiento de Grecia, Portugal, y sobre todo España.


La crisis norteamericana tras la derrota en Vietnam no implica la paralización de sus actividades imperialistas.


En Hispanoamérica, impulsará la invasión de República Dominicana, ejecutará el golpe de Pinochet en Chile o de las juntas militares en Argentina, redoblará el apoyo a la dictadura brasileña o a la brutal represión de Boardaberry en Uruguay, impulsó el “Plan Cóndor”, el terrorismo unificado de los regímenes fascistas…


Pero los planes norteamericanos, ante un creciente enfrentamiento con la URSS, se concentraban en fortalecer su dominio sobre Europa Occidental. Y el punto más débil eran los ya caducos regímenes fascistas imperantes en España, Grecia y Portugal. Que además, por su posición geográfica, debían jugar un papel clave como retaguardia ante un previsible ataque soviético. Protegidos por EEUU, y enfrentados a un abrumador rechazo popular, se habían convertido en un factor de inestabilidad, en un punto vulnerable para los intereses norteamericanos en Europa.


De repente, y coincidiendo con los intereses norteamericanos, esos regímenes dictatoriales van a ser reconvertidos uno tras otro.


En 1974, será un sector de las altas jerarquías del ejército quien active un recambio controlado del régimen, llamando a Konstantin Karamanlis, primer ministro de 1956 a 1961, con más que excelentes relaciones con EEUU, para que pilotara la transición.


La derrota en las guerras coloniales, acabando con su ocupación de Angola y Mozambique, dinamitaron la  dictadura portuguesa. Washington maniobrará, a través del militar Antonio Spinola o del líder socialista Mario Soares, para reconducir hacia los intereses norteamericanos la brecha abierta tras la Revolución de los Claveles.

España era la pieza mayor y más compleja de esta cadena. Portugal y Grecia habían podido ser miembros de la OTAN sin importar su condición de dictaduras. En España, con un fascismo impuesto tras una guerra y 40 años de criminal represión, eso no era posible. Incorporar a España a la OTAN -necesidad cada vez más urgente para EEUU- exigía un recambio hacia un régimen democrático en el que además pudiera reconducirse a un movimiento de lucha popular en auge.

(CONTINUARÁ).

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